Capitulo 29. El Aire Entre Nosotros
El contacto fue un incendio. Un solo roce de piel contra piel que quemó veinte años de secretos y mentiras, dejando al descubierto la carne viva de la verdad. Por un segundo que se estiró hasta el infinito, el universo se contuvo, reducido a ese único punto de conexión, a la cicatriz compartida que vibraba entre ellos.
Y entonces, el momento se hizo añicos.
Alessandro retiró su mano como si la piel de Isabela fuera ácido. El shock de su propia vulnerabilidad lo golpeó con la fuerza de un impacto físico. La máscara del general, del rey, del demonio, fue reconstruida a toda prisa, una amalgama de ira y vergüenza. Sus ojos, que un instante antes contenían un océano de dolor, se volvieron dos esquirlas de hielo.
—Hemos terminado aquí —dijo, su voz era un gruñido bajo y cortante. Se apartó de ella, creando una distancia física que era una muralla—. Vuelve a tu trabajo. La amenaza no se ha tomado un descanso.
La frialdad era un castigo. Un intento desesperado de borrar el momento, de negar