El salón principal de la mansión Blackthorn vibraba con tensión. Los miembros de la manada se habían dividido en dos grupos claramente definidos, como si una línea invisible cortara la habitación. Brianna podía sentir las miradas sobre ella mientras permanecía en el umbral, observando la discusión que se desarrollaba con ferocidad.
—¡Es una distracción! —rugió Marcus, el beta de confianza de Damien durante años—. Desde que ella llegó, el Alfa no es el mismo. ¿No lo ven?
Varios lobos asintieron, sus ojos brillando con desconfianza. Al otro lado, Eliza y un grupo más reducido permanecían en silencio, pero sus posturas defensivas hablaban por sí solas.
—Lo que veo —respondió Eliza con voz firme— es miedo. Miedo a lo que ella despierta en él.
—¿Y no deberíamos temer? —intervino una loba mayor, cuyas cicatrices hablaban de batallas pasadas—. Los humanos nos han cazado durante siglos. Y ahora nuestro Alfa comparte su cama con una.
Brianna apretó los puños. Quería gritar que no era completam