La tarde estaba tranquila en el taller mecánico de Luca. El sonido constante de las herramientas y el olor a aceite habían pasado a ser una fuente de paz, una rutina que le recordaba cuán lejos había llegado desde los días de caos y peligro. Estaba ajustando el motor de una vieja camioneta cuando escuchó el sonido de un vehículo estacionándose frente al taller. Al mirar hacia la entrada, notó a un hombre que bajaba de un coche negro.
Era alto, de cabello entrecano y una postura rígida, pero sus ojos transmitían una mezcla de nerviosismo y arrepentimiento. Luca dejó las herramientas y caminó hacia él, su corazón acelerándose. Reconocía ese rostro, aunque los años lo hubieran cambiado.
—Dante &mdas