La casa estaba en calma aquella mañana, una paz inusual después de las semanas de tensión. Bianca estaba en la cocina, preparando el desayuno, mientras Matteo jugaba con bloques de madera en el suelo. Luca la observaba desde la puerta, su corazón lleno de una mezcla de gratitud y melancolía.
Habían sobrevivido a tanto: la violencia, las amenazas, y la sombra del pasado que parecía nunca querer soltarlos. Pero también habían construido algo sólido, algo que el fuego ni los enemigos podían destruir.
—¿Qué piensas? —preguntó Bianca, dándose cuenta de su mirada pensativa.
—En todo, —respondió Luca, entrando a la cocina para rodearla con sus