El sol se ocultaba lentamente en el horizonte, bañando el pequeño pueblo costero con tonos cálidos de naranja y púrpura. Bianca y Luca estaban sentados en el porche de su casa, Matteo dormía profundamente en su cuna, y el aire se llenaba con el suave murmullo de las olas rompiendo en la orilla. Era una noche tranquila, pero en el fondo ambos sentían una inquietud que no podían ignorar.
—Luca, he estado pensando... —comenzó Bianca, rompiendo el silencio mientras giraba su taza de té entre las manos.
—¿Qué pasa? —preguntó Luca, mirándola con preocupación.
—Siento que hay partes de nosotros, de nuestras vidas, que aún no conocemos por comple
De vuelta en el pueblo, después del emotivo viaje a Italia, la familia intentaba retomar su rutina. Sin embargo, para Aurora, el regreso había despertado una nueva inquietud. Las historias que su padre había compartido durante el viaje, los lugares cargados de recuerdos y las emociones profundas que había presenciado la habían marcado de manera especial.Una tarde, mientras Luca trabajaba en el taller y Matteo estudiaba en el comedor, Aurora entró al pequeño estudio que había improvisado en casa. Sobre el caballete descansaba un lienzo en blanco. Sus pinceles y colores estaban listos, pero esta vez, no sabía por dónde empezar.—¿Qué estás pintando, hija? —preguntó Luca desde la puerta.
El aire olía a aceite de linaza, barniz y vino blanco. La galería estaba repleta de voces bajas y pasos lentos, con sus luces cálidas acariciando cada trazo expuesto como si fueran secretos revelados al mundo. Las paredes, blancas como lienzos sin usar, sostenían una colección que parecía hablar en susurros. Y entre ellas, estaba mi obra.Era un panel suspendido con mis ilustraciones más recientes: una secuencia de paisajes urbanos reinterpretados desde el caos emocional. Trazos sueltos, agresivos, suaves, llenos de luces y sombras. Tal vez sin saberlo, había dibujado lo que Santiago y yo habíamos vivido. Y lo que aún seguíamos siendo.Él estaba a unos pasos, conversando con un galerista de Milán. Llevaba el cuello de la camisa abierto, sin corbata
La tranquila rutina del pueblo se rompió una noche con el rugido de las llamas y el olor a humo que llenó el aire. Bianca despertó sobresaltada por el sonido de los gritos y los pasos apresurados de los vecinos. Miró a Luca, quien ya estaba poniéndose los pantalones y saliendo corriendo hacia la ventana.—¡Es el taller! —gritó Luca, con los ojos llenos de alarma.Bianca corrió hacia Matteo, quien dormía plácidamente en su cuna, ajeno al caos que se desataba fuera de su hogar. Luca salió a toda prisa, mientras ella se quedó junto al niño, sintiendo una mezcla de temor y furia.Cuando llegó al taller, Luca encontró a un grupo de vecinos tratando de contener e
La casa estaba en calma aquella mañana, una paz inusual después de las semanas de tensión. Bianca estaba en la cocina, preparando el desayuno, mientras Matteo jugaba con bloques de madera en el suelo. Luca la observaba desde la puerta, su corazón lleno de una mezcla de gratitud y melancolía.Habían sobrevivido a tanto: la violencia, las amenazas, y la sombra del pasado que parecía nunca querer soltarlos. Pero también habían construido algo sólido, algo que el fuego ni los enemigos podían destruir.—¿Qué piensas? —preguntó Bianca, dándose cuenta de su mirada pensativa.—En todo, —respondió Luca, entrando a la cocina para rodearla con sus
El sol apenas asomaba por el horizonte cuando Luca cerró la última maleta y la colocó en el auto. Matteo, aún somnoliento, se acomodó en su asiento trasero con su peluche favorito, mientras Bianca verificaba por tercera vez que no olvidaban nada. Era el inicio de un viaje que simbolizaba mucho más que unas vacaciones: era una declaración de que su nueva vida estaba lista para ser vivida plenamente.—¿Listos? —preguntó Luca, mirando a su familia con una mezcla de emoción y tranquilidad.—Más que listos, —respondió Bianca con una sonrisa radiante.Su primera parada fue en Florencia, donde pasearon por las calles empedradas llenas de historia y arte. Bianca, con su am
El aroma del café recién hecho llenaba la cocina mientras Matteo jugaba en el suelo con una pequeña torre de bloques de madera. Luca miraba a Bianca desde el marco de la puerta, observando cómo se inclinaba para limpiar una pequeña mancha de la mesa. La vida, pensó, finalmente se sentía tranquila. Pero también sabía que era hora de crecer un poco más.—Bianca, he estado pensando... —comenzó Luca, tomando asiento frente a ella—. ¿Qué dirías si buscamos una casa nueva? Algo con más espacio para Matteo y para lo que venga.Bianca levantó la mirada, sorprendida, pero su expresión pronto se transformó en una sonrisa.—¿Ha
El sol matutino se colaba por las ventanas de la nueva casa, iluminando los rostros de Luca y Bianca mientras disfrutaban de su café. Desde el jardín, las risas de Matteo resonaban mientras jugaba con un pequeño coche de madera que Luca había construido para él. Bianca sonrió al escuchar su entusiasmo.—Tiene tanta energía desde que se despierta, —dijo Bianca, estirándose con una mezcla de cansancio y alegría—. A veces me pregunto de dónde saca tanta vitalidad.Luca rió, pero pronto su expresión se volvió pensativa.—Esa energía puede ser un regalo y un desafío, —respondió—. Pero quiero asegurarme de manejarla de la manera co
Los días en el pueblo continuaban fluyendo con un equilibrio casi perfecto. La galería de arte de Bianca se había convertido en un referente no solo para los lugareños, sino también para turistas que llegaban curiosos por su encanto y originalidad. Su colección combinaba el arte contemporáneo con piezas inspiradas en el paisaje local, lo que le daba un carácter único.Una tarde, mientras organizaba una pequeña exposición, Bianca fue abordada por dos hombres elegantes, de aspecto profesional. Se presentaron como inversores de una reconocida empresa internacional de arte y cultura.—Señora Bianca, —comenzó uno de ellos—, hemos estado siguiendo su trabajo. Creemos que tiene un potencial increíble y quisiéram