El sol se ocultaba lentamente en el horizonte, bañando el pequeño pueblo costero con tonos cálidos de naranja y púrpura. Bianca y Luca estaban sentados en el porche de su casa, Matteo dormía profundamente en su cuna, y el aire se llenaba con el suave murmullo de las olas rompiendo en la orilla. Era una noche tranquila, pero en el fondo ambos sentían una inquietud que no podían ignorar.
—Luca, he estado pensando... —comenzó Bianca, rompiendo el silencio mientras giraba su taza de té entre las manos.
—¿Qué pasa? —preguntó Luca, mirándola con preocupación.
—Siento que hay partes de nosotros, de nuestras vidas, que aún no conocemos por comple