El aire tranquilo del pequeño pueblo costero parecía inquebrantable. La rutina de Luca y Bianca transcurría en paz, entre las risas de Matteo y los proyectos sencillos del hogar que construían con amor. Pero esa calma se rompió una tarde cuando un hombre alto, de rostro severo y cicatrices visibles, llegó al pueblo. Su nombre era Enzo Galvani, un antiguo enemigo de Luca, conocido por su crueldad y su astucia en los bajos mundos.
Luca lo reconoció de inmediato cuando lo vio en la pequeña plaza central. Sintió cómo su corazón se aceleraba y una vieja tensión se apoderaba de su cuerpo. Enzo no estaba allí por casualidad. Su presencia solo podía significar problemas.
Bianca, al notar el cambio en la expresión de Luca, lo tom&o
El aire tranquilo del pequeño pueblo costero se agitó con la llegada de un rostro familiar. Stefano, el antiguo amante de Bianca, había regresado. Apareció en la plaza una mañana, mientras Bianca paseaba con Matteo en brazos. Su sonrisa era cautelosa, como si supiera que su presencia despertaría emociones complicadas.—Bianca —dijo, con un tono que mezclaba nostalgia y arrepentimiento—. No esperaba encontrarte aquí.Ella lo miró con sorpresa y desconfianza. El tiempo no había borrado los recuerdos de su relación con Stefano, ni las heridas que había dejado.—Stefano —respondió, ajustando a Matteo en su brazo—. ¿Qué estás haciendo aq
El sol se ocultaba lentamente en el horizonte, bañando el pequeño pueblo costero con tonos cálidos de naranja y púrpura. Bianca y Luca estaban sentados en el porche de su casa, Matteo dormía profundamente en su cuna, y el aire se llenaba con el suave murmullo de las olas rompiendo en la orilla. Era una noche tranquila, pero en el fondo ambos sentían una inquietud que no podían ignorar.—Luca, he estado pensando... —comenzó Bianca, rompiendo el silencio mientras giraba su taza de té entre las manos.—¿Qué pasa? —preguntó Luca, mirándola con preocupación.—Siento que hay partes de nosotros, de nuestras vidas, que aún no conocemos por comple
De vuelta en el pueblo, después del emotivo viaje a Italia, la familia intentaba retomar su rutina. Sin embargo, para Aurora, el regreso había despertado una nueva inquietud. Las historias que su padre había compartido durante el viaje, los lugares cargados de recuerdos y las emociones profundas que había presenciado la habían marcado de manera especial.Una tarde, mientras Luca trabajaba en el taller y Matteo estudiaba en el comedor, Aurora entró al pequeño estudio que había improvisado en casa. Sobre el caballete descansaba un lienzo en blanco. Sus pinceles y colores estaban listos, pero esta vez, no sabía por dónde empezar.—¿Qué estás pintando, hija? —preguntó Luca desde la puerta.
El aire olía a aceite de linaza, barniz y vino blanco. La galería estaba repleta de voces bajas y pasos lentos, con sus luces cálidas acariciando cada trazo expuesto como si fueran secretos revelados al mundo. Las paredes, blancas como lienzos sin usar, sostenían una colección que parecía hablar en susurros. Y entre ellas, estaba mi obra.Era un panel suspendido con mis ilustraciones más recientes: una secuencia de paisajes urbanos reinterpretados desde el caos emocional. Trazos sueltos, agresivos, suaves, llenos de luces y sombras. Tal vez sin saberlo, había dibujado lo que Santiago y yo habíamos vivido. Y lo que aún seguíamos siendo.Él estaba a unos pasos, conversando con un galerista de Milán. Llevaba el cuello de la camisa abierto, sin corbata
La tranquila rutina del pueblo se rompió una noche con el rugido de las llamas y el olor a humo que llenó el aire. Bianca despertó sobresaltada por el sonido de los gritos y los pasos apresurados de los vecinos. Miró a Luca, quien ya estaba poniéndose los pantalones y saliendo corriendo hacia la ventana.—¡Es el taller! —gritó Luca, con los ojos llenos de alarma.Bianca corrió hacia Matteo, quien dormía plácidamente en su cuna, ajeno al caos que se desataba fuera de su hogar. Luca salió a toda prisa, mientras ella se quedó junto al niño, sintiendo una mezcla de temor y furia.Cuando llegó al taller, Luca encontró a un grupo de vecinos tratando de contener e
La casa estaba en calma aquella mañana, una paz inusual después de las semanas de tensión. Bianca estaba en la cocina, preparando el desayuno, mientras Matteo jugaba con bloques de madera en el suelo. Luca la observaba desde la puerta, su corazón lleno de una mezcla de gratitud y melancolía.Habían sobrevivido a tanto: la violencia, las amenazas, y la sombra del pasado que parecía nunca querer soltarlos. Pero también habían construido algo sólido, algo que el fuego ni los enemigos podían destruir.—¿Qué piensas? —preguntó Bianca, dándose cuenta de su mirada pensativa.—En todo, —respondió Luca, entrando a la cocina para rodearla con sus
El sol apenas asomaba por el horizonte cuando Luca cerró la última maleta y la colocó en el auto. Matteo, aún somnoliento, se acomodó en su asiento trasero con su peluche favorito, mientras Bianca verificaba por tercera vez que no olvidaban nada. Era el inicio de un viaje que simbolizaba mucho más que unas vacaciones: era una declaración de que su nueva vida estaba lista para ser vivida plenamente.—¿Listos? —preguntó Luca, mirando a su familia con una mezcla de emoción y tranquilidad.—Más que listos, —respondió Bianca con una sonrisa radiante.Su primera parada fue en Florencia, donde pasearon por las calles empedradas llenas de historia y arte. Bianca, con su am
El aroma del café recién hecho llenaba la cocina mientras Matteo jugaba en el suelo con una pequeña torre de bloques de madera. Luca miraba a Bianca desde el marco de la puerta, observando cómo se inclinaba para limpiar una pequeña mancha de la mesa. La vida, pensó, finalmente se sentía tranquila. Pero también sabía que era hora de crecer un poco más.—Bianca, he estado pensando... —comenzó Luca, tomando asiento frente a ella—. ¿Qué dirías si buscamos una casa nueva? Algo con más espacio para Matteo y para lo que venga.Bianca levantó la mirada, sorprendida, pero su expresión pronto se transformó en una sonrisa.—¿Ha