La noche caía sobre Roma, cubriendo la ciudad con una quietud engañosa. Desde la ventana de su ático, Bianca observaba las luces parpadeantes de la ciudad. Pero su mente estaba lejos de los rascacielos y las calles iluminadas. Cada vez era más consciente del peso de las decisiones que había tomado, del mundo al que se había unido y de lo que significaba amar a alguien como Luca.
Luca estaba sentado en un sillón cercano, su silueta parcialmente iluminada por la lámpara de la mesa. Tenía un vaso de whisky en la mano, pero no lo había probado. Su mirada estaba perdida, como si estuviera atrapado en un debate interno. Ambos llevaban días sin hablar realmente, cada uno sumido en sus propios pensamientos y temores.
Finalmente, Bianca rompió el silen