Las palabras de Emilia golpearon a Katerina con una fuerza inesperada. Por un momento, la rubia pareció desorientada, como si no supiera qué responder o cómo reaccionar. Su postura altiva se tambaleó, y la furia que chispeó en sus ojos al principio fue reemplazada por miedo.
Pero justo en esas circunstancias, la supervivencia surgió mezclada con una feroz desesperación.
¿Cómo se atrevía a decir esas palabras? ¿Con qué derecho…? ¿Cómo podía ser tan arrogante?
Dio un paso hacia adelante, sus labios abriéndose para lanzar una respuesta cortante, los puños apretados y el cuerpo tenso y dispuesto para el ataque.
La voz de Alexander surgió desde la penumbra como un murmullo grave, casi sensual, pero con un filo cortante que heló la sangre de ambas mujeres.
—Katerina, parece que otra vez has bebido demasiado, el alcohol te ha hecho imprudente. ¿Has olvidado dónde estamos? —su tono suave, casi seductor, impactó su pecho con el filo implícito en sus palabras. Alexander estaba fastidiado, inclu