Los siguientes días fueron un espejismo en la mente de Emilia. Cada uno se sucedió a otro entre lluvias tormentosas rodeadas de una niebla mental de la cual no lograba escapar.
Se movía por simple inercia, respondía por automatismo. Incluso ignoró en más de una oportunidad los comentarios insidiosos de Katerina en el club, o las miradas electrificantes de Alexander. Para ella, la realidad se desdibujó y le daba igual si estaba viendo en un sueño constante o no.
Porque desde que Ana había desaparecido, la vida de Emilia se volvió una pesadilla.
Sin embargo, su estado de apatía no significaba que no fuese consciente de su entorno. De hecho, todas las noches desde hacía ya una semana, estaba siendo acosada en su trabajo. Al principio no le dio importancia, clientes intentando propasarse era algo común allí. Pero lo que originalmente fue un episodio de vez en cuando, en noches recientes podía suceder hasta tres o cuatro veces por turno.
—Emilia, la mesa doce está solicitando más tragos —l