El sol apenas comenzaba a alzarse sobre el horizonte, tiñendo de un naranja suave las copas de los árboles. Sofía caminaba con paso ligero por los senderos que rodeaban la vieja ladera, inquieta. Algo dentro de ella no dejaba de decirle que algo no iba bien, lo único que venía a su mente era su hermana.

Quizá había sido el presentimiento. Quizá el silencio. O tal vez fue la ausencia de Alicia en la pequeña cabaña donde solía dejar señales de su paso, pero no la había visto.

Mientras que por las malezas y debido al dolor a Alicia se le imposibilita caminar y aguantar, estaba costando demasiado su frente estaba perlado de sudor entonces deja escapar un sollozo, ella quería creer que llegaría más lejos qué pondría a salvo a sus bebés.

Sofía caminaba con rapidez entre la maleza, apartando ramas con el antebrazo, los ojos atentos a cada rincón, a cada espacio del camino. Fue entonces cuando un sonido débil, apenas perceptible, le hizo detenerse.

Un susurro. Un sollozo.

Giró hacia la izquie