La noche había caído suavemente sobre la mansión Moretti en España, cubriéndola con un manto de calma que parecía acariciar cada rincón. Los gemelos dormían plácidamente, custodiados por la más absoluta paz, y la casa, por primera vez en semanas, respiraba serenidad.
Alicia bajó las escaleras con un vestido ligero de seda azul, guiada por la suave música que venía del exterior. No había recibido más que una nota en la almohada: “Esta noche, solo tú y yo"
La brisa fresca acarició su rostro cuando abrió las puertas que daban al jardín trasero. El césped estaba perfectamente cuidado, y el camino de luces tenues que marcaba el sendero la llevó a un rincón apartado, íntimo, donde un pequeño comedor de hierro forjado se encontraba vestido con manteles blancos, copas brillantes y una cena servida bajo la luz de cientos de pequeñas bombillas colgantes que parecían estrellas caídas del cielo.
Dante estaba allí, de pie, esperándola.
Vestía una camisa negra, con las mangas dobladas hasta los ant