El cielo de Mallorca amanecía cubierto por nubes grises, pesadas, como si la isla misma presintiera la tormenta que estaba por estallar.
El jet privado de Dante aterrizó con suavidad sobre la pista del aeropuerto. Apenas la escalerilla tocó el suelo, él descendió con pasos decididos. Sus ojos, oscuros y alerta, repasaban cada rostro, cada movimiento. Algo en su pecho se apretaba con fuerza. No tenía pruebas, pero su corazón lo sabía: Alicia estaba cerca… y estaba en peligro.
No muy lejos, otro avión aterrizaba casi en paralelo. Montserrat bajaba rodeada de asistentes y escoltas vestidos de civil. Su rostro irradiaba seguridad, pero sus ojos... eran fríos como el acero. Mientras caminaba hacia los vehículos que la esperaban, no perdía el contacto con su móvil.
—¿Todo preparado?
La voz del interlocutor al otro lado confirmó:
—Los tres médicos están sobornados. Dos enfermeras también, claro que será después del nacimiento y cambio de turno, no tenemos contacto con los médicos encargados