Damián
La esperé en la biblioteca.
El lugar menos seguro para una conversación como la que estaba a punto de tener, considerando que cada objeto en esta habitación tiene una historia escrita con sangre o magia... o ambas. Pero también era el único espacio donde podía respirar sin perder por completo el control. Las paredes aquí me obedecen. Las sombras se quedan quietas. Y las puertas no se abren solas.
Eva entró sin pedir permiso, por supuesto. Su andar era una declaración de guerra constante, pero no la de una guerrera con armadura y espada. No. Ella era más peligrosa. Más letal.
Era la mujer que me estaba desarmando sin siquiera saberlo.
—¿Por qué me llamaste? —preguntó, sin rodeos, cerrando la puerta tras de sí con un leve portazo. Como si no tuviera idea de lo cerca que estaba del borde… o tal vez lo sabía perfectamente, y aún así seguía avanzando.
Mis dedos tamborileaban sobre el lomo de un libro antiguo, uno que quemaría la piel de cualquiera que no hablara su idioma. Ella ni s