Damián
Eva duerme.
Y yo la observo.
No como un amante admirando la calma de su musa. No. Yo la observo como se estudia una pieza de ajedrez que, si se mueve antes de tiempo, puede cambiar todo el tablero.
Su respiración es pausada, su cuerpo enroscado entre las sábanas. Podría parecer frágil… si no supiera de lo que es capaz.
Lo vi en sus ojos anoche.
Lo sentí en el aire cuando su poder se desató, cuando esa fuerza ancestral rompió el dique de sus miedos.
Eva ya no es solo una chica.
Es un reflejo distorsionado de lo que el mundo no está preparado para ver.
Y yo… soy el espejo.
El que debe mostrarle su rostro más oscuro. Incluso si eso significa que me odie por un tiempo.
Incluso si eso significa que me pierda para siempre.
Porque hay cosas que debe entender por sí sola.
Y algunas verdades no se revelan con ternura. Se revelan a través del fuego.
Me levanté sin hacer ruido y me deslicé hacia el vestidor. La camisa negra, el pantalón ajustado. Uniforme de cazador, incluso cuando no hay