Eva
Cada día en esta mansión se siente como un laberinto del que debo escapar, pero la trampa no son solo las paredes o las puertas cerradas. La verdadera jaula está en las reglas no dichas, en los secretos que se esconden bajo la superficie, y en el miedo que parece emanar de cada rincón. Entender este mundo, sus sombras y silencios, se ha convertido en mi única forma de sobrevivir.
Caminaba por uno de los corredores menos transitados, con la sensación constante de que alguien me observaba, cuando un hombre apareció casi de la nada. No era uno de esos sirvientes que se limitan a servir café o abrir puertas, no. Había algo en su mirada, una mezcla de respeto y resignación que llamó mi atención.
—No eres de aquí —dijo sin saludar, con voz baja y cargada de advertencia.
Lo miré, evaluando si era una amenaza o una posible alianza.
—No, y no quiero quedarme más de lo necesario —respondí, tratando de ocultar la ansiedad.
Él asintió lentamente, como si comprendiera más de lo que estaba disp