Eva
El sueño comenzó como todos los demás.
Silencio.
Oscuridad.
Y luego… fuego.
No fuego real, sino algo peor. Algo que ardía en los huesos, que se colaba por la piel como si intentara recordarme algo que no debía saber. Algo que aún no había sucedido… o que había olvidado.
Estaba descalza, parada sobre piedra negra, bajo un cielo sin estrellas. A mi alrededor, gritos que no venían de bocas humanas. Criaturas que se arrastraban en las sombras, temblaban, gemían, suplicaban. No había tiempo, ni aire, ni lógica. Solo una certeza que me apretaba el pecho como un hierro caliente: yo pertenecía allí.
Y no estaba sola.
Lo vi a él.
Damián.
De pie sobre una colina de escombros y ceniza, con el torso desnudo y los ojos encendidos como brasas. Su cuerpo sangraba, pero no parecía dolerle. Era hermoso y terrible. Una fuerza que arrasaba con todo lo que tocaba.
Y yo estaba a su lado.
Vestida con algo blanco… pero manchado. No supe si era sangre o sombra. Solo que mi mano estaba entrelazada con la