El sonido de mis propios pasos retumba contra las paredes mientras camino hacia las escaleras.
Cuando se trata de eventos protocolares como estos, puedo soportar los vestidos elegantes, ajustados, llevar una banda y un peinado perfectamente elaborado. Pero los tacones… eso es algo que considero una tortura moderna de este siglo.
Por muy hermosos que sean, por muy delicados que se vean y por muy estilizada que me hagan lucir, no los soporto.
Amo la comodidad y si pudiera usar unos tenis bajo este vestido, no dudaría en hacerlo, porque era algo que siempre hacía en Inglaterra.
El pequeño detalle es que ya no estoy en Inglaterra, Emma es bien quisquillosa con mi imagen, por mucho que comparta conmigo la mesa y para ser mi primera aparición pública, estoy de acuerdo que debo lucir como un diamante, como lo que soy.
Debo lucir como la princesa de Saldovia, la nueva duquesa de Estenmark y la digna esposa del príncipe Maximilian Lóvenhart.
«El duque que me besa y se desaparece por un mes ente