Casi un mes entero ha pasado y yo me sigo sorprendiendo de su ausencia. Casi un mes entero desde que Maximilian me besó como si quisiera arrancarme el alma con los labios y yo me sigo preguntando por qué desapareció de mi vida.
Casi un mes entero en los que el duque de Estenmark, el querido y carismático príncipe de Saldovia, mi esposo, se largó y no regresó.
¿A dónde fue? No lo sé.
¿Qué estuvo haciendo durante todas estas semanas?
Tampoco lo sé.
Después del cuarto día, simplemente dejé de preguntar.
¿Asistirá a la cena que su propia madre organizó?
No lo sé, pero quiero creer que no es tan egoísta como para dejarme plantada el primer día de nuestra aparición como recién casados. No me interesa si lo hace por su madre, pero que aparezca y de la cara de una maldita vez.
Como sea, yo sí me estoy arreglando. No sé cuántas horas llevo frente al espejo, atenta a lo que Emma, junto a todo el grupo de estilistas, hace por mí para verme como toda una Lóvenhart.
El vestido que me fue enviado po