Con más de un metro ochenta, un rostro digno de una obra maestra y un cuerpo sacado de los sueños más atrevidos de Caterine, Corleone Fioravanti era pura tentación. Pero detrás de esa apariencia imponente había un hombre demasiado serio, irremediablemente gruñón y convencido de que ella es una completa tonta. Claro, puede que le haya tirado café caliente encima en su primer encuentro, pero, para ser justos… fue un accidente. Cuando el serio e implacable juez Corleone conoce a Caterine Vitale, una mujer con el talento especial de convertir cada momento en un desastre, su mundo perfectamente estructurado comienza a tambalearse. Así que, cuando la vio entrar en su oficina y se presentó como su nueva asistente, estaba listo para despedirla. Es una lástima que, dada su propia reputación, no pueda hacerlo. Entre torpezas, chispas saltando entre ellos y secretos familiares que podrían destruir su intachable reputación, Corleone hará todo lo posible por no ceder al dulce encanto de Caterine.
Leer más—¿Qué demonios sucedió? —demandó Giovanni en cuanto cruzó el centro de operaciones de B Security. No alzó la voz, pero la tensión en su tono fue suficiente para que todos los presentes se pusieran rígidos de inmediato.El equipo de Giovanni ya se había encargado de limpiar la escena del secuestro antes de que llegara la policía. No querían que las autoridades se involucraran. Solo ralentizarían la búsqueda.En la sala había al menos veinte personas reunidas, todos con semblantes serios. La mirada de Corleone recorrió el lugar hasta detenerse en un hombre que llevaba una camiseta sin mangas. Lo reconoció de inmediato. Era el hombre que se suponía debía cuidar de Caterine. Si hubiera servido de algo, lo habría golpeado. Todavía estaba considerando hacerlo cuando notó su brazo vendado.—Como le dije antes, señor —comenzó el hombre—. El auto que embistió el de su hija apareció de la nada. Yo iba algunos metros detrás de ella. Aceleré y me acerqué tanto como pude. Descendí con la intención
Corleone escuchó un sonido fuerte a través del teléfono, luego un sonido agudo.—¿Caterine? —llamó con urgencia, pero no obtuvo respuesta.Alejó el celular de su oreja y vio que la llamada había terminado. Volvió a marcar el número de Caterine con rapidez, con la esperanza de escuchar su voz. El tono sonó una, dos, tres veces… pero nadie contestó. Intentó contener el nerviosismo que se apoderaba de su pecho y regresó a la sala de reuniones con el teléfono aún pegado a su oreja, sintiendo una inquietud creciente que se aferraba a su pecho.Giovanni lo vio llegar y, con solo mirarlo, supo que algo estaba mal.—¿Qué sucede?—Es Caterine… Estaba hablando con ella y de pronto la llamada se cortó. Estoy intentando contactarla otra vez, pero ella no responde.Apenas terminó de hablar cuando Giovanni ya tenía su propio teléfono en la mano. Su expresión se volvió sombría cuando bajó lentamente el aparato.—El hombre que la estaba vigilando no responde —informó Giovanni, poniéndose de pie de in
Caterine le dio un sorbo a su limonada antes de levantar la mirada.—Entonces, ¿piensas decirnos qué sucede o vas a quedarte en silencio por el resto de la tarde? —preguntó Nerea con los brazos cruzados.—¿Qué les hace creer que sucede algo? —respondió a la defensiva, evitando su mirada.Su hermana mayor arqueó una ceja y le dedicó una de esas miradas implacables que tan bien había aprendido de su padre. Caterine se esforzó para no encogerse como una niña pequeña que había sido atrapada haciendo una travesura.—No has dicho casi nada desde que llegamos —señaló—, y eso fue hace como… —miró su reloj— quince minutos. Es demasiado tiempo en silencio para alguien como tú.—Solo estoy practicando ser más introspectiva —intentó bromear y soltó una risa que sonó falsa incluso a sus propios oídos.—Déjate de tonterías y suéltalo ya —insistió Nerea con impaciencia—. De todas formas, terminaremos por hacerte hablar. De las tres eres la que peor guarda un secreto.Caterine se mordió el labio, bus
La sala estaba sumida en un silencio tenso. Todavía no se había dicho nada, pero era evidente que todos estaban nerviosos en algún grado por lo que se avecinaba.Después de la visita de Bernardo a su despacho, Corleone había tomado medidas de inmediato. Había contactado a su padre, al igual que al padre de Caterine y a Esaú. Había evitado entrar en detalles y habían acordado reunirse en casa de su padre, a excepción de Esaú. Era más seguro que nadie lo viera cerca de ellos.—Como les dije antes, Bernardo me visitó esta tarde y no fue precisamente sutil con sus amenazas —empezó les dio un resumen de su plática con aquel hombre—. Quiere que vuelvas a la política y parece dispuesto a hacer lo que sea necesario para asegurarse de que eso suceda —terminó.—Eso parece… —su padre asintió lentamente—. Sabía que no se detendría.— Estoy seguro de que Corleone ya les informó que lo han estado siguiendo. Lo notamos hace unos días. Hemos intentado rastrear quién los contrató, pero han sido extrem
Corleone alzó la mirada en cuanto escuchó los golpes en la puerta de su despacho. Un instante después Amadeo abrió la puerta y entró.—Señor, lamento la interrupción. El señor Bernardo Mazza está aquí y solicita reunirse con usted.Corleone se mantuvo inmóvil, pero su mente se puso en alerta al escuchar aquel nombre. No podía ser una coincidencia que Bernardo estuviera allí. No con todo lo que estaba ocurriendo. Se preguntó si acaso él había descubierto algo y de ser el caso qué estaba tramando.—Déjalo pasar —ordenó.El secretario asintió y desapareció por la puerta. Algunos minutos más tarde, Bernardo Mazza hizo su entrada. Corleone se puso de pie de inmediato, su rostro carente de toda emoción.—Bernardo —saludó con cortesía, extendiendo la mano.El hombre cruzó la oficina con pasos pausados y le devolvió el apretón. Tenía una sonrisa en el rostro que podría haber pasado por amistosa de no ser por su mirada era calculadora.—Gracias por recibirme —dijo el hombre, dejándose caer con
Caterine dejó el test de embarazo a un lado y se mojó el rostro con agua fría, intentando calmarse.No podía estar embarazada… ¿verdad?Respiró hondo y trató de pensar con claridad. Las náuseas, el cansancio constante y el retraso de casi dos semanas debían tener otra explicación. Había estado bajo muchísimo estrés, y eso podía estarla afectando.Sí, había olvidado acudir a su ginecóloga para la inyección trimestral, pero se suponía que su cuerpo necesitaba más tiempo para volver a su estado normal antes de que pudiera concebir. Su médico se lo había explicado cuando empezó a utilizar las inyecciones, aunque también le había dicho que no era igual para todo el mundo.Las últimas semanas habían sido demasiado agotadoras, y ni siquiera se había dado cuenta de su retraso hasta esa misma mañana, cuando Rosa le comentó que estaba enferma. En ese instante, un escalofrío le había recorrido la espalda mientras repasaba las fechas en su mente.¿Cómo demonios había podido olvidarse de ir al gin
Caterine sintió una punzada de náuseas repentinas en cuanto olió el aroma del tocino friéndose. Era desagradable. Frunció el ceño y, sin pensarlo dos veces, apagó la estufa. Levantó la sartén y la acercó un poco a su rostro para estar segura de que el olor procedía del tocino, pero aquello fue una mala idea. El olor se volvió aún más asqueroso y su estómago se revolvió con más fuerza. Probablemente el tocino se había malogrado y por eso olía tan mal.Dejó la sartén sobre la estufa, casi soltándola en el proceso, y salió apresurada en dirección al baño. Apenas logró llegar antes de vaciar el poco contenido de su estómago.Pasó los siguientes minutos inclinada sobre el inodoro, mientras las arcadas sacudían su cuerpo. Una vez que las náuseas cedieron, se enderezó lentamente y buscó un cepillo nuevo en el armario.Mientras se cepillaba, su reflejo en el espejo le devolvió la mirada. Hizo una mueca al ver su rostro estaba pálido. Suspiró y se inclinó para enjuagarse la boca. Luego dejó el
Caterine dio un paso atrás luego de abrazar a su padre.—¡Pero miren quién es!El entusiasmo en la voz de su tío Luka hizo que la sonrisa de Caterine creciera y se acercó a abrazarlo. Él la estrechó con fuerza, dándole unas palmadas en la espalda.—Estás más grande que la última vez que te vi —comentó él con una sonrisa divertida.Caterine soltó una carcajada.—Dejé de crecer hace ya algunos años, pero sigues diciendo lo mismo. Si fuera cierto estaría más cerca de alcanzarte —bromeó, separándose de él.Su tío soltó una carcajada.—Él es Corleone, mi novio —presentó.Corleone saludó a Corleone, mientras ella se acercaba a saludar a su tía Isabella con un beso en la mejilla.—Hola, cariño—le dijo su tía—. Siempre es un gusto verte.—Hola tía.Uno a uno, Caterine fue saludando al resto de la familia, presentando a Corleone a aquellos que aún no lo conocían. Sus hermanas, su cuñado, sus tíos Luka, Isabella, Zinerva y Stefano, así como sus primos Angelo, Gino y Teo, estaban allí, y cada un
Corleone estaba sorprendido. No había esperado aquello, pero ¿cómo podría haberlo hecho? Nunca había logrado anticipar con precisión los movimientos de su padre. Ennio Fioravanti era un hombre astuto, calculador y jamás daba un paso en falso. Aunque parte de su éxito en la política se debía a su vínculo con Bernardo, no habría llegado tan lejos si no fuera un hombre inteligente y que se anticipaba los movimientos de sus oponentes.Corleone dejó escapar una breve sonrisa y sacudió la cabeza con incredulidad.—Eres un zorro astuto.Su padre le devolvió la mirada por un instante antes de volver a centrar su atención en Esaú.—Aún hay detalles que necesitan ser investigados —dijo con calma—. Había un límite de cosas que podía indagar antes de que comenzara a levantar sospechas y él se diera cuenta de que era yo quien estaba detrás de todo. No podía arriesgarme a que me descubriera antes de reunir tantas pruebas como fueran posibles. Aun así, esto los guiará en la dirección correcta y les a