Greta despertó con los rayos del sol colándose entre las cortinas. La brisa con olor a mar movía ligeramente las cortinas. Giró la cabeza y sonrió al ver a Gino aún dormido. Su rostro estaba completamente relajado, y un leve ronquido escapaba de sus labios entreabiertos.
Ambos se habían quedado dormidos hasta bien entrada la madrugada. Él la había secuestrado en algún momento de la celebración de la boda —aunque no podía llamársele secuestro cuando no podía llamarse secuestro cuando ella lo había seguido sin pensarlo dos veces. Se habían encerrado en la suite de hotel donde habían hecho el amor. El dolor en algunas partes de su cuerpo le recordó la pasión con la que él la había reclamado.
Estiró una mano para retirarle el mechón de cabello que caía sobre su frente, pero se detuvo en el último segundo. Lo menos que quería era despertarlo. Tenía que hacer algo antes de que él abriera los ojos.
Con cuidado, se deslizó fuera de la cama. Caminó en puntillas hasta el armario y rebuscó entre