La música resonaba por el salón, envolviendo a los invitados en una atmósfera seductora. Todos bailaban, reían, bebían… menos Ravi y Malú, paralizados en sus propios infiernos. Helena, con una sonrisa calculada y un vestido que parecía hecho de sombras, se acercó a él:
— Ven a bailar —ordenó, los dedos cerrándose en su brazo con fuerza disfrazada.
Él dudó, los ojos buscando a Malú, que observaba todo a unos metros de distancia. Pero negarse sería sospechoso. Se dejó llevar, los pasos mecánicos, mientras su mirada permanecía pegada a ella. Conforme sus pasos se sincronizaban, ella puso las manos suavemente en su cuello y se inclinó para murmurar algo en su oído.
Ravi se giró abruptamente tras las palabras de Helena y su mirada se cruzó con la de Malú nuevamente. Había algo devastador en su expresión: una mezcla de profunda tristeza y miedo que para Ravi parecía perforar su alma. Su corazón se apretó, y aunque sus brazos aún se movían al ritmo del baile con Helena, sus ojos permanecían