La cena fue una sinfonía de risas e historias vibrantes. Derick y Fred, con voces firmes y gestos teatrales, describían operaciones policiales como si fueran guiones de acción, solo para que Malú se sintiera más cómoda. Ella admiraba no solo el valor de sus primos, sino también la manera en que escondían sus verdaderos actos de heroísmo y astucia con bromas. Gabriel, observador, captó el brillo de curiosidad en los ojos de Derick cada vez que miraba a Malú y cruzó una rápida mirada con Olga. Esta, por su parte, escondió una sonrisa traviesa detrás de su copa de vino, ya anticipando la furia de Ravi si descubriera que el primo de Malú intentaba seducirla con sus miradas intensas.
Cuando Samantha propuso un juego de cartas, el ambiente adquirió un aire de competencia ligera. Malú intentaba concentrarse en las cartas, pero los ojos de Derick —intensos como brasas— ardían en su piel incluso desde la distancia. Su rostro se sonrojó, y mordió el labio inferior para disimular la agitación.