Cuando bajaron de nuevo, tímidamente, Malú le preguntó al padre de Ravi si habían descubierto algo sobre dónde Viktor había llevado a su hermana.
Eduardo observó bien a la joven y pensó lo afortunados que eran sus dos hijos por tener tan buen gusto. Tanto Heitor como Ravi se enamoraron de mujeres bonitas, dulces y fuertes, y Malú era hermosa. Entonces le sonrió con paternalidad y respondió:
—En realidad, llamé a mi amigo Tony para que me ayude, porque desde hace mucho tiempo todos en la familia usamos localizadores en algunas piezas de joyería que llevamos.
—¿En serio? —preguntó Malú, asustada, pues aún recordaba el localizador que Viktor le puso en su reloj. Eduardo explicó:
—Sí, pero no lo hago para controlar a mis hijos, sino por su seguridad.
—¡Claro que sí, querida, todos lo sabemos! —dijo Ravi, que bajaba por las escaleras y aprovechó para abrazar la cintura de Malú y darle un beso en la mejilla.
Malú se encogió de vergüenza al mirar al padre de él, pero, aparentemente, Eduardo