Ravi estaba en su despacho, inmerso en el trabajo. La mañana había sido agotadora, pero él no se quejaba. Al fin y al cabo, desde la fusión empresas Baby Bliss y Green Valley, hacía dos años, su carga de trabajo se había triplicado. Sonrió al recordar la videollamada que había tenido minutos antes con Eduardo, su padre, y Natalia, su cuñada.
— Vaya, hijo, ¿y por qué quejarse? — dijo Eduardo, con una sonrisa pícara. — ¿No eres tú mismo quien siempre dice: “El trabajo dignifica al hombre”? Pues entonces, ¡aprovéchalo y sé el hombre más digno del mundo! — Rió, guiñándole un ojo a Natalia, que enseguida añadió:
— Sí, cuñado, ¡nadie dijo que sería fácil! — dijo ella, en un tono desafiante pero cariñoso.
Ravi sonrió, sintiéndose reconfortado por la ligereza de aquella conversación.
— Me siento como Hércules últimamente — respondió, bromeando. — Ahora díganme: ¿cómo hago para divorciarte de Heitor, eh?
Era una broma recurrente entre ellos. Ravi siempre decía que había sido gracias al ma