— Guillermina, te estaba buscando. — la llamó su amigo.
— Izán, olvidé decirte que estaría en el comedor, lo siento. — se disculpó.
— Si, lo supuse. Lo que no me imaginé es que te sentarías con ellos a cenar. Sin ánimos de ofender. — repuso de inmediato dirigiéndonos la mirada y sin perder la formalidad en sus expresiones. —. Es solo que no debe ser cómodo vernos beber sangre frente a ustedes. — se explayó el amigo de Guillermina.
— Pero yo…— Guillermina intentó decir algo, pero era evidente que las palabras no eran lo suyo.
— Es verdad, Guillermina. Deberías irte a otra mesa. — le dije a secas. De todos los presentes, ninguno pensó que fuera yo quien la echara. Pero había sido demasiad