Sabía perfectamente a qué se refería Valerie, pero era un tema difícil de decir en voz alta.
Ella me miró de reojo, se tocó la nariz y dijo:
—Solo te recuerdo algo: la enfermedad de Embi no puede dejarse sin tratar. Está bien lo de luchar contra Camila, pero también tienes que tener ese tercer hijo con Mateo.
—Lo sé.
Desganada, le di un mordisco a mi sándwich, deseando que hubiera quedado embarazada la noche que estuve con él, porque si no, lo de tener un tercer hijo con él no tendría solución.
Valerie fue a la cocina, sacó dos rebanadas de pan y, como yo, se apoyó en el marco de la puerta, comiendo mientras observaba a Javier y a Mateo.
En ese momento Luki también se había sentado cerca de Javier, y Embi no paraba de reírse con él, como si empezara a encariñarse.
En contraste, la cara de Mateo irradiaba pura melancolía, llenando toda la sala de una vibra lúgubre.
Valerie se atragantó con el pan y corrió a traer dos vasos de leche de almendra. Me pasó uno y bebió un sorbo grande antes