Curiosa, miré hacia afuera, y al poco rato vi a un hombre alto, con las manos en los bolsillos, entrar a la sala.
No era otro que Alan.
Qué raro… ¿a qué vendría Alan?
¿Sería por lo de Valerie?
Por reflejo, la miré. Tenía la taza bien apretada y la cabeza baja, con un aire muy incómodo.
—Yo… yo mejor subo —dijo antes de correr hacia las escaleras.
Justo en ese momento Alan entró y le lanzó una mirada. En él, que casi siempre estaba sonriente, le vi un destello de enojo.
Suspiré.
Con esa reacción, era evidente que Alan sí sentía algo por Valerie.
Y viendo la actitud de ella, tampoco era indiferente hacia él.
Sus problemas debían resolverse pronto, antes de que se convirtieran en algo irreparable como lo tengo con Mateo.
Mientras yo divagaba, Alan ya estaba frente a Javier.
Entendí que venía por Javier.
Me acerqué con mi vaso de leche en la mano.
—Javier, lo llamé por teléfono, ¿por qué no contestó? —dijo Alan, sonriendo.
Javier miró de reojo a Mateo y luego sonrió un poco:
—¿Ah, sí? El c