—¿Y dónde estaría la trampa?
Valerie pensó un momento y me respondió:
—¿Y si trae a Mateo?
—No es muy probable —respondí con seguridad.
Mateo había dicho que no quería volver a verme jamás. Así que era poco probable que viniera a buscarme por iniciativa propia.
—¿Entonces por qué aceptó tan rápido? —Valerie seguía confundida —Yo siento que Alan es muy raro.
Me reí y dije:
—¿Raro en qué sentido?
—¿Pues antes no era un muchacho arrogante y un hijo de papi, muy fiestero? Además me odiaba, le fastidiaba verme. Pero ¿viste cómo se reía ahora en la llamada? Como un tonto. Siento que trama algo.
Yo tampoco entendía.
Pero, en realidad, no era nada extraño: al fin y al cabo, Mateo nunca se había rodeado de gente normal.
Plaza Estelar quedaba cerca, a unos diez minutos caminando.
A las diez y media, Valerie y yo salimos.
Después de cuatro años, regresar a ese lugar era reencontrarme con mi pasado, tan familiar que me dolía en lo más profundo.
Todo en Ruitalia seguía igual, lo único que había cam