Mi hermano me miró, con esa cara que hace cuando está molesto.
—Ya estás otra vez con tus sospechas. Sí, su familia es de un pueblo en la montaña, pero eso no quiere decir que no tengan dinero, ni que ella no pueda trabajar. Piénsalo así, nuestra abuela vive bien lejos, en medio de la nada, pero eso no significa que mamá no tenga plata, ¿o sí?
Apreté los labios y no respondí.
En parte, lo que decía tenía algo de sentido.
Igual, estaba a punto de ver cómo era en realidad.
Mi hermano compró varias cosas, además de frutas.
Yo tomé el regalo que había comprado con anticipación y lo seguí hacia el edificio.
Por dentro estaba decorado con mucho detalle, casi como un hotel de cinco estrellas.
Entramos al ascensor y subimos hasta el piso 15.
Me llevó directo hasta la última puerta del pasillo.
Pensé que iba a tocar, pero en vez de eso se giró hacia mí y me soltó:
—Aurorita, no pongas esa cara tan seria o Mayi va a pensar que no te cae bien.
Suspiré y le sonreí de forma exagerada.
—¿Así está bi