Por instinto, miré a Carlos, pero él seguía mirando al frente.
Su novia acababa de pasarle por delante y él ni se inmutó.
Era raro.
Con lo mucho que la quiere, si la hubiera visto, lo normal sería que se emocionara y corriera a saludarla.
Pero no, ni la volteó a mirar y siguió caminando como si nada hacia la habitación de mamá.
Justo cuando me preguntaba porque no la saludo, él me miró y me dijo:
—¿Qué pasó?
Lo miré fijamente:
—Acabo de ver a tu novia.
Se detuvo un segundo y enseguida empezó a mirar alrededor:
—¿Dónde? ¡Ay! no la vi.
—Pasó justo por delante de nosotros. ¿En serio no la viste? —le pregunté, intrigada.
Él sonrió un poco sorprendido:
—Tal vez no me di cuenta porque estaba pensando en lo de papá y todavía sigo un poco de mal genio.
No le quité el ojo de encima. Esa explicación me sonó un poco extraña.
Él siempre la trata como si fuera un tesoro, ¿Como no la había visto?
Mientras seguía dudando, de repente le gritó a alguien que estaba detrás mío:
—¡Mayi!
Me voltee enseguid