Beatriz Miller es una joven madre soltera, que trata de empezar de nuevo con su pequeña, lejos de sus protectores padres. Stefano Magno es un joven médico que decide regresar a su pueblo natal luego de la muerte de la madre de su hijo. El destino junta a Stefano y a Beatriz en Washington en una cena familiar, donde la atracción es muy grande. ¿Podrán ambos superar todos los obstáculos y encontrar juntos la felicidad? ¿Podrán empezar “Desde cero”?
Leer másNarra Beatriz:
No vale la pena aferrarse a lo que te hace daño. La vida continua, sólo ama a quien te ama y valora a quien te valora
Llega un momento de la vida, donde uno debe darse cuenta sobre aquello que es bueno o malo, sobre lo que es importante y lo que no, aquello que deja huellas en nuestro corazón y marcas en el alma, llega un punto donde uno solo puede explotar… donde la vida se te pasa delante de ti y solo puedes ver que durante todo ese tiempo nunca tomaste control alguno sobre las cosas que sucedían a tu alrededor…
Solo entonces, cuando uno toca fondo y acepta la situación, decide qué hacer con su vida, que hacer de ahora en adelante…
Para mí, las opciones no eran muchas:
En primer lugar, podría seguir como estaba, seguir dependiendo de mis padres, y simplemente ser una espectadora en mi vida y en la de mi hija.
En segundo lugar, sería una idea por decirlo de alguna manera, mas arriesgada mas aventurera, podría irme de mi casa, tomar a mi bebe y empezar desde cero,
También sabia en el fondo que había otras ideas, podría intentar que el padre de mi hija se relacionara con ella…o simplemente acabar con todas estas sensaciones de una buena vez dejándome morir.
Claro las cosas se me habían ido de las manos y ese cuento de hadas que por tanto tiempo había anhelado, solo era eso un simple sueño de niña, ya no creía en los príncipes azules que atravesarían mares y desiertos, que pelearían hasta con dragones solo para estar conmigo…en mi vida ya había besado demasiados sapos como para querer intentar a que finalmente uno se convierta en mi príncipe.
Quería de una buena vez empezar de cero, reescribir mi historia, mi vida, y poder de una buena vez manejar todo, tomar mis decisiones y simplemente ser yo misma, Isabella Miller, mujer, madre… solo eso Beatriz Miller madre y mujer…
Así comienza mi historia.
—¡Basta! — grite fuerte, su carita se puso triste y en ese preciso momento fue cuando sus ojos se llenaron de lágrimas y dijo:
—¡Eres mala, no te quiero más! — Salió corriendo a su habitación y solo la escuche llorar, me quede helada, estaba en la cocina y realmente me di cuenta que mi vida se desmoronaba, que esta no era la vida que soñé y mucho menos la vida que deseaba para mi hija.
Gerard, mi padre, vino y me dijo – no puedes tratarla así, es chiquita, solo quiere pasar tiempo contigo— se que él tenía las mejores intenciones, pero yo no daba más, iba a explotar y era mejor que nadie me viera, tomé mi ipod y dije: —por favor cuídala—
—A dónde vas— escuche a lo lejos, pero yo ya había salido por la puerta y empezaba a correr.
Necesitaba pensar tranquila, la verdad la situación me superaba, mi vida me superaba, las cosas no podían ir peor eso era seguro.
Realmente las cosas en mi vida estaban mal, tenía 25 años y aún vivía con mis padres, la casa era chica pese a que éramos solo cuatro personas, sentía que mi vida había quedado paralizada desde aquel día que debía haber sido uno de los más hermosos de mi vida, el día que por primera vez vi a mi bebé, a mi Mía, creo que ese fue el último momento de total felicidad, el sentirme completa, sentir que mi bebé estaba bien, vivo dentro de mí, ver como se movía mi pequeñita dentro mío, escuchar su corazoncito y todo tomada de la mano de quien pensé que era el hombre de mi vida, las cosas no podían ser mejores sentía que eso era todo lo que quería para mí: formar una Beatriz familia, y pensar que todo sería distinto de que por ninguna razón volvería a sentirme sola, que de ahora en adelante seriamos tres para todo…
Pero no duro nada el cuento de hadas… hubiese preferido vivir soñando antes de que me chocara tan fuerte con la realidad. Darme cuenta de que ese hombre que pensé que estaría a mi lado siempre, no lo estuvo, solo se fue, solo desapareció y ahí estaba yo sola y abandonada y con un bebé en camino.
Los días pasaron y solo lloraba, no quería comer, no quería nada solo sentía que moría de a poco solo sentía mi corazón como se congelaba como con cada minuto que pasaba era una piedra. Solo sentía mucha angustia, como si todo a mi alrededor hubiese desaparecido, solo sentía un hueco en mi pecho que crecía y crecía…
Entre tanta tristeza sentí por primera vez la patadita de mi bebé y todo cambió, ya no podía seguí así, tenía una razón por la cual vivir, y así transcurrió desde entonces mi vida, yo viviendo solo para hacer feliz a mi hija y tratarnos de engañarme de que era una mujer feliz, intentado aparentar ante todos – y esto me incluía. Que yo no deseaba nada más que estar junto a mi hija, que esa era mi familia, pero, aunque nunca lo acepté necesitaba un cambio en mi vida. Necesitaba escuchar a la Beatriz que tenía dentro de mí gritando que la dejara aparecer, necesitaba dejar de ser la niñita de mamá y papá y convertirme en mujer y en la madre que quería para mi hija, pero era tan difícil.
Sentía que iba a explotar, me faltaba el aire, luego de dos horas de haber estado corriendo, mis piernas temblaban, solo me senté en el piso tome con mis brazos mis rodillas y me largue a llorar, quería sacarme toda la bronca, la angustia, la frustración y hasta la desesperación que sentía, no comprendía por qué la cosas debían ser así, porque mi vida debía ser tan complicada, las cosas iba a cambiar, algo debía hacer y esta vez el cambio debía empezar por mí, aunque eso significara dejar todo atrás y empezar desde cero.
No sabía muy bien qué hacer, pero por suerte estaba tan cansada, y el haber hecho ejercicio, llorar y escuchar música que habían podido tranquilizarme, fue entonces que me di cuenta que estaba oscureciendo que debía regresar a casa, de enfrentar la realidad, enfrentar a mis padres que de seguro me reprocharían el haber reaccionado de esa manera y sobre todo reencontrarme con mi hija que por más que últimamente lograba acabar con mi paciencia era lo que más amaba en este mundo.
Por primera vez me di cuenta que necesitaba dejar salir a la Beatriz que realmente era, aunque eso significara dejar de ser la niña adorable y sumisa que aparentaba. Necesitaba empezar de cero.
Por la mañana, logré convencer a los médicos que me dejaran visitar a mi pequeña e informarle que esa misma tarde se realizaría el trasplante, para que no se asustara. La enfermera me llevó en una silla de ruedas hasta el cuarto de mi hija. ― Buenos días, mi cielo ― dije, mientras acariciaba su mejilla. ― Buenos días, mami ― talló sus ojitos y me miro fijamente. Examinó mi vestuario, que consistía en una bata de hospital y un camisón. Era evidente que ya no cargaba a un bebé en mi vientre y, además se sorprendió por la silla de ruedas. Ante tal panorama, Mía inmediatamente se quiso levantar y lanzarse a mis brazos. ― Mi pequeña, debes estar tranquila ― la tranquilicé, mientras la acomodaba nuevamente en su camita. ― ¿Qué sucedió, mami? ¿Y mi hermanito? ― sollozó. ― Tranquila, tu hermanita nació anoche, ahora está con papá. ― ¿Puedo conocerla? ― Te prometo que pronto la conocerás, pero hoy no. Esta tarde, princesa, van a ponerte en tu cuerpo un pedacito de tu primito… con ese pe
La ambulancia llegó a la casa unos minutos después de que nos acostáramos Beatriz, nuestra pequeña y yo. Aún no asimilaba lo que acababa de pasar. Había traído a mi hija al mundo, había ayudado a la mujer que amo a parir.Sabía muy bien que no habíamos podido planear muchas cosas por nuestra falta de tiempo. Desde el principio, ambos acordamos que yo presenciaría el parto y sostendría su mano. Pero, sin duda, esto era mejor. Fuimos nosotros dos, los que la trajimos al mundo. Al fin nuestro amor pudo afrontar el terror por haberse adelantado el parto, por encontrarnos en casa. Pero también pudimos disfrutar todo sin interrupciones y en nuestro hogar, dándonos nuestro espacio y respetando nuestros tiempos, sobre todo los de Beatriz, cada minuto que pasaba la amaba más.Una vez que los paramédicos trasladaron a mi mujer y a mi hija al hospital donde se encontraba Mía, logré comunicarme con mi padre y explicarle lo sucedido.Ellos cuidarían de Thommy, así yo podía cuidar de mis tesoros.A
La ambulancia llegó a la casa unos minutos después de que nos acostáramos Beatriz, nuestra pequeña y yo. Aún no asimilaba lo que acababa de pasar. Había traído a mi hija al mundo, había ayudado a la mujer que amo a parir.Sabía muy bien que no habíamos podido planear muchas cosas por nuestra falta de tiempo. Desde el principio, ambos acordamos que yo presenciaría el parto y sostendría su mano. Pero, sin duda, esto era mejor. Fuimos nosotros dos, los que la trajimos al mundo. Al fin nuestro amor pudo afrontar el terror por haberse adelantado el parto, por encontrarnos en casa. Pero también pudimos disfrutar todo sin interrupciones y en nuestro hogar, dándonos nuestro espacio y respetando nuestros tiempos, sobre todo los de Beatriz, cada minuto que pasaba la amaba más.Una vez que los paramédicos trasladaron a mi mujer y a mi hija al hospital donde se encontraba Mía, logré comunicarme con mi padre y explicarle lo sucedido.Ellos cuidarían de Thommy, así yo podía cuidar de mis tesoros.A
Narra Beatriz.Luego de la cena en casa de los Magno, decidimos a casa, ya era tarde y al otro día quería ir temprano al hospital a ver a Mía.Mientras Stefano acostaba a Thommy yo lo esperé en la cama solo con ropa interior y cubierta por las sábanas.― ¿Tienes calor, nena? ― preguntó.― Mh, tengo un antojo… nene ― traté de decir lo más sexy que pude, aunque con esta figura no creo haberlo logrado.― ¿Y qué es lo que se le antoja a mi mujer? ―preguntó mientras se acercaba gateando por el colchón, lo agarré de la solapa de la camisa y lo besé apasionadamente.― Tú eres lo que se me antoja ― susurré sobre sus labios.― ¿Es… estás segura, amor? ― tartamudeo, inseguro.― ¿No quieres hacer el amor conmigo? ¿Ya no te gusto? ― dije, haciendo un puchero, y es que era lógico que ya no le gustara, estaba gorda y fea.― No es eso, cielo. Muero de ganas de hacerte el amor. Pero no quiero hacerles daño ― se explicó, mientras acariciaba mi vientre― Stefano , cielo: no nos harás daño. Pero ya no
Narra Stefano .Beatriz había partido del hospital desde hace poco más de media hora. Ahora me encontraba en la habitación de Mía, contándole un cuento. La niña estaba agotada, pero intentaba mantenerse despierta cuando estábamos con ella, alegando que nos extrañaba mucho y que nos necesitaba.Recibí un mensaje a mi móvil. Era de Beatriz, por lo que lo abrí rápidamente.*Cariño, ya estoy en casa… voy a darme un baño y luego dormiré un rato. ¿Cómo sigue Mía?Sin dudarlo le respondí de inmediato:*Recién terminé de leerle un cuento. Ahora está descansando un poco mientras le canto… duerme, nena. Te amo.No supe exactamente cuánto tiempo pasó, hasta que el teléfono de la habitación sonó.― Señor Magno. El señor Hale lo espera en recepción.― Gracias ― respondí amablemente.― Princesa: vino el tío Jhon. Iré a verlo y en un rato regreso, ¿Sí?― Bueno, papi. ¿Viene Charlotte con él? ¿Y tía Alisson?― No lo sé, cielo. Ahorita veo y si pueden les pido que te visiten, ¿bien?Mi niña asintió y
― Hace unos días, presentamos una demanda por violación a una menor en su contra, y además realizamos los trámites para comprobar que Mía y Anthony son hermanos. Estamos tratando de acelerar al máximo esto para que en cuanto la documentación esté disponible, ustedes puedan proceder ― contestó Jhon.― ¿Proceder en qué? ― preguntó Emmanuel, saliendo de su estupor.― Tony es compatible con Mía. En cuanto Jhon solucione el tema legal, podremos realizar el trasplante a mi hija ― contestó Beatriz.― Esa sí que es una bendición. No solo se agranda la familia; además, todos estaremos bien ― acotó mi marido, mientras se levantaba para abrazar a Beatriz y a Nessy.― Bien. Creo que ahora que está todo aclarado, debemos organizar una fiesta para celebrar a mi nuevo sobrino ― dijo Alisson. ― Y mamá, deberíamos salir cuanto antes para comprar todo para decorar el cuarto de Tony, y comprar ropa y juguetes…― Alisson… espera un momento. Hay otro anuncio que queremos hacerles con Nessy. Sé que no es l
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