Reflejos de un sueño

La ambulancia llegó a la casa unos minutos después de que nos acostáramos Beatriz, nuestra pequeña y yo. Aún no asimilaba lo que acababa de pasar. Había traído a mi hija al mundo, había ayudado a la mujer que amo a parir.

Sabía muy bien que no habíamos podido planear muchas cosas por nuestra falta de tiempo. Desde el principio, ambos acordamos que yo presenciaría el parto y sostendría su mano. Pero, sin duda, esto era mejor. Fuimos nosotros dos, los que la trajimos al mundo. Al fin nuestro amor pudo afrontar el terror por haberse adelantado el parto, por encontrarnos en casa. Pero también pudimos disfrutar todo sin interrupciones y en nuestro hogar, dándonos nuestro espacio y respetando nuestros tiempos, sobre todo los de Beatriz, cada minuto que pasaba la amaba más.

Una vez que los paramédicos trasladaron a mi mujer y a mi hija al hospital donde se encontraba Mía, logré comunicarme con mi padre y explicarle lo sucedido.

Ellos cuidarían de Thommy, así yo podía cuidar de mis tesoros.

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