Narra Beatriz.
Luego de la cena en casa de los Magno, decidimos a casa, ya era tarde y al otro día quería ir temprano al hospital a ver a Mía.
Mientras Stefano acostaba a Thommy yo lo esperé en la cama solo con ropa interior y cubierta por las sábanas.
― ¿Tienes calor, nena? ― preguntó.
― Mh, tengo un antojo… nene ― traté de decir lo más sexy que pude, aunque con esta figura no creo haberlo logrado.
― ¿Y qué es lo que se le antoja a mi mujer? ―preguntó mientras se acercaba gateando por el colchón, lo agarré de la solapa de la camisa y lo besé apasionadamente.
― Tú eres lo que se me antoja ― susurré sobre sus labios.
― ¿Es… estás segura, amor? ― tartamudeo, inseguro.
― ¿No quieres hacer el amor conmigo? ¿Ya no te gusto? ― dije, haciendo un puchero, y es que era lógico que ya no le gustara, estaba gorda y fea.
― No es eso, cielo. Muero de ganas de hacerte el amor. Pero no quiero hacerles daño ― se explicó, mientras acariciaba mi vientre
― Stefano , cielo: no nos harás daño. Pero ya no