Aurora
El tiempo se ralentiza cuando estás a punto de morir. Es como si cada segundo se estirara hasta convertirse en una eternidad, y todos tus sentidos se agudizan hasta límites insospechados. Puedo oler la pólvora en el aire, mezclada con el sudor del miedo. Puedo sentir cada latido de mi corazón como un tambor de guerra en mi pecho. Puedo escuchar cada respiración entrecortada a mi alrededor.
Me agazapo detrás de una columna de hormigón, intentando fundirme con ella. El almacén abandonado se ha convertido en un campo de batalla. Los disparos resuenan por todas partes, rebotando en las paredes metálicas, creando un eco infernal que hace imposible determinar de dónde vienen exactamente.
—¡Aurora! —escucho el grito ahogado de Lucía desde algún lugar a mi derecha.
Asomo apenas la cabeza, lo justo para ver que está atrapada tras unas cajas, con Diego sangrando a su lado. La herida en su hombro parece grave. Lucía presiona con fuerza, pero la sangre sigue manando entre sus dedos.
Tengo