Aurora
El dolor es curioso. Cuando alcanza cierto umbral, se transforma en algo casi etéreo. Ya no sientes cada puñalada, cada golpe. Todo se funde en una sinfonía distante de agonía.
Así me siento ahora, flotando entre la consciencia y la nada. Mi cuerpo yace sobre el frío suelo, pero mi mente viaja. Veo fragmentos de mi vida como fotogramas de una película mal editada.
Veo a mamá sonriendo mientras me enseña a hornear galletas. Veo a papá levantándome sobre sus hombros para que pudiera tocar las estrellas. Veo el rostro de mi hermana antes de que todo cambiara.
Y luego, la oscuridad. El día que el odio entró en mi vida.
—¡Aurora!
La voz de Gael me llega distante, como si atravesara kilómetros de agua. Quiero responderle, pero mis labios no se mueven. El sabor metálico de la sangre inunda mi boca mientras intento enfocar la vista.
El líder de la banda está sobre mí, su silueta recortada contra las luces del almacén abandonado. Su sonrisa es lo único que distingo con claridad. Una son