La oscuridad del cuarto destartalado parecía tragarse hasta el aire. El viejo foco colgante chisporroteaba, iluminando apenas el rostro inmóvil de la mujer que yacía sobre un colchón húmedo. Él, parado a pocos metros, respiraba con una mezcla de ansiedad y triunfo.
Alía.
La mujer que durante años había sido su obsesión silenciosa.
Una fantasía primero.
Un objetivo después.
Una promesa torcida ahora.
Durante mucho tiempo imaginó tenerla de esa manera: cerca, indefensa, por fin a su alcance. Se veía a sí mismo construyendo una vida junto a ella, como si realmente pertenecieran uno al otro. Había diseñado en su mente un hogar, una familia, una historia que nunca existió fuera de su imaginación. Pero todo, absolutamente todo, se lo había arrebatado “ese hombre”. Samuel Anderson. Incluso pronunciar su nombre le producía arcadas, como si lo rebajara a un nivel que él nunca aceptaría.
Pero ahora no importaba.
Ahora ella despertaría y sería suya.
Para siempre.
***
A kilómetro y medio de all