Mundo ficciónIniciar sesiónHan pasado algunos años. El cuerpo de Yestin ha cambiado tanto en este tiempo. Volviéndose deseosa e irresistible para cada caballero que entra a ese club. Todos se encuentran impacientes de saber cuándo estará disponible. Yestin está a un mes de cumplir la edad para que Clay le haga firmar el contrato que marcaría su vida para siempre.
Ya ha estado escuchando rumores de que en un mes será su famoso debut. Lo que la deja mucho más nerviosa y tensa. Creía que estaría lejos cuando estuviera a punto de cumplir la edad. Sin embargo, no es tan sencillo como ella pensaba. Y cómo Joseph le dijo que no conoce a nadie ni nada del mundo como para irse así nada más. Por eso ha permanecido en el club. Clay le ha estado informando a sus mejores clientes sobre la subasta de una virgen y esa virgen es Yestin. Volviéndose la joven más atractiva y que no logra pasar desapercibida por nadie. Antes se pasaba toda la noche haciéndole compañía a Joseph, pero muchos de los hombres ya se habían dado cuenta de que ella estaba ahí y comenzaban a buscarla haciéndole sus típicas insinuaciones sobre su cuerpo y lo linda que es. Y cómo no, si su maldito cuerpo había cambiado tanto de la noche a la mañana. Que sus pechos sobresalieron tanto que parecía una invitación tan obvia para los hombres. Molestando a Yes y maldiciendo a la pubertad por eso. Aún recuerda el terrible momento que pasó hace años con ese hombre ebrio que intentaba a la fuerza que estuviera a su lado. Conmemora el miedo y el horror que sintió. El deseo tan inmenso que tenía ese hombre en el rostro que le helaba la sangre. Cómo todos ignoraban lo que pasaba a su alrededor, en especial su primogénita. Aunque agradece a ese hombre desconocido que estaba en las sombras que la defendió. Por lo menos todavía hay almas caritativas en este mundo lleno de hombres nefastos. Después de todas sus experiencias horribles con los hombres, cada noche prefiere salir al callejón trasero y esconderse detrás del basurero en espera de que todos esos hombres se vayan. Para no lidiar con sus asquerosas insinuaciones. Y poniéndose ropa holgada para ocultar sus atributos. Pasa largas horas en ese lugar con su libreta para dibujar, ya que le encanta el dibujo y sobre todo porque le ayuda a plasmar sus sentimientos y emociones. Se encontraba tan concentrada en lo que hacía cuando escucha un chirrido proveniente de arriba; está por mirar qué es cuando un hombre cae ante sus pies. —¡Ah! —grita Yestin de susto. Ve al hombre que ha caído de espalda frente a ella; no se mueve y eso causa que ella entre en pánico—. Señor, ¿se encuentra bien? —pregunta. Él no se mueve, pega su cabeza a su rostro intentando sentir su respiración y deja salir un suspiro de alivio al sentir su leve respiración. Decide darle unas pequeñas cachetadas intentando hacer que despierte. El hombre desconocido abre los ojos, que se fijan en ella, causando que Yestin se sorprenda y a la vez se espante. Sabe que si un hombre del club la encuentra en este callejón oscuro y solo, puede ser muy malo. Por muy extraño que parezca, se le queda mirando porque esa mirada azul grisácea ya la había visto antes, pero no recuerda dónde. —¿He muerto? —murmura el hombre—, porque juraría que estoy frente a un ángel. —Me temo, señor, que no está muerto y que no hay ningún ángel aquí —protesta Yes con burla por las tonterías que está diciendo ese hombre—. Aunque por sus circunstancias dudo mucho que vaya al cielo. En todo caso, estaría en el infierno. —Si así es, entonces estoy viendo al demonio más bello —declaró Castiel sin dejar de ver ese delicado rostro. —Ya, señor, no diga tonterías, estamos en el callejón del club —aclaró la chica. El hombre desconocido pone mano en la cabeza y ve hacia todos lados como intentando comprender dónde está. Y corroborando lo que la mujer le ha dicho. —¡Ay! —el hombre hace una mueca de dolor al intentar levantarse. —Madre mía —exclamó—. ¿Seguro que está bien? —dijo Yestin—. ¿Dónde le duele? —Todo el cuerpo, pero… me duele más… el tobillo derecho —expresa Castiel, tartamudeando debido a la embriaguez. Al oír eso, Yestin voltea a ver hacia el pie que le ha dicho ese hombre desconocido y de inmediato le levanta un poco el pantalón, bajando su calceta y viendo que su tobillo está todo rojo, inflamado como un globo, y coloca sus manos sobre esa zona. Castiel, al sentir esos pequeños roces de los delicados dedos de esa joven, se le erizan todos los vellos y rápidamente la parte superior de su cuerpo para ver qué es lo que está haciendo. —Señorita, ¿está segura de lo que está haciendo? —pregunta Castiel. —Sí, tengo un semestre estudiando medicina —responde ella y continúa examinando el tobillo de ese hombre para comprobar que no se haya roto nada. —¡No, pues es mucho tiempo! —reniega Castiel. —No protestes y deja que te revise —expresa Yestin. Castiel no dice nada más y solo observa cómo esa jovencita toca su pie de una manera muy particular. No entiende por qué siente un poco de calor y le echa la culpa por completo al alcohol. —Mmm —murmura la chica frunciendo el ceño y haciendo un pequeño puchero que la hace ver tan tierna. —¿Ocurre algo? —indaga Castiel. —Sí, necesito quitarle el zapato para poder ver bien la gravedad de la herida —declara ella girando el rostro para verlo. —Tú quítame lo que quieras, linda —declara ese hombre desconocido, sonriéndole ladino. —No se emocione o lo dejaré aquí —lo reprendió ella sin miedo. Castiel solo rueda los ojos molesto por lo que la chica le dice. Para Yestin, esa actitud le es tan pesada; comprueba que este hombre es igual que la bola de pervertidos que hay dentro del lugar y se le ocurre algo para desquitarse con él. Lo despoja de su zapato, quitando por completo la calceta y dejando a la vista por completo su pie. Y vuelve a colocar sus manos en su tobillo. —¿Y cuál…? ¿Es el diagnóstico…? —cuestiona Castiel balbuceando. Para saber cuál es el resultado que le tiene la mini enfermera de primer año. —¡Ay! —grita el de dolor—, ¡eso duele! —Disculpe, señor, pero necesito tocarlo para ver que no haya roto ningún hueso —miente Yestin porque su intención fue lastimarlo para darle una lección—. No se preocupe, estará bien, solo fue una pequeña torcedura. Yestin se recobra la postura, pidiendo ver desde la altura la longitud de ese hombre arrogante y prepotente. Quedando sorprendida porque ese desconocido es muy grande, calcula que por lo menos ha de medir 1.90; es mucho más alta que ella, ya que solo Yestin posee 1.60, así que a su lado es una pulga. —¡Ey! —el hombre en el piso llama su atención—. No… me vas… a ayudar a levantarme e ir hasta mi auto —balbucea Castiel. —¿Por qué debería ayudarlo si no lo conozco? —Por el simple hecho de que estoy herido —declaró Castiel. Por otra parte, Yestin está tentada a dejarlo ahí tirado, pero decide ayudarlo solo por el simple hecho de que hay que hacer la buena obra del día. Así que de mala gana lo sujeta de un brazo, ayudando a que se ponga de pie. Al estar ese hombre levantado, coloca su brazo alrededor de sus hombros. —¿Dónde dejó su automóvil? —pregunta ella con esfuerzo porque ese hombre está demasiado pesado. —Está en la parte de enfrente —le especifica Castiel dónde se encuentra. —Carajo —maldice Yestin en voz baja. —¿Qué dijo? —indaga él, sorprendido de escuchar a una dama decir eso, aunque no le sorprende del todo, pero no ha conocido una que lo diga frente a él. —Nada, camine —ordena la pequeña chica que ha opacado debido a la carga del cuerpo de ese hombre tan grande. Dan varios pasos; Yestin se da cuenta de que ese hombre se está apoyando de más sobre ella porque siente su aliento muy cerca de su cuello; le molesta porque apesta demasiado. —¿Cuánto ha tomado? ¿Veinte botellas? —protesta la pequeña chica de cabello castaño. —No lo sé… hip… perdí la cuenta después… hip… de ocho tragos —contesta ese apestoso hombre. —Creo que tomar es la peor forma de lidiar con los problemas —regaña Yestin a ese desconocido. —Yo no tengo problemas. —No le creo —dijo ella—; deduzco que si no fue por una mujer, es por un problema familiar. Castiel se queda anonadado al escuchar esas palabras y más viniendo de una mujer como ella. Duda si sea una mujer de confianza para contarle lo que le pasa; sería riesgoso sabiendo que todos en esta ciudad lo conocen, pero tiene una idea para comprobar si ella está solo fingiendo no conocerlo y lo llevará a cabo ahora…






