Los besos y las caricias furtivas se prolongaron por varios minutos más en los que ninguno de los dos deseaba apartarse, pero el aire empezaba a escasear en sus pulmones, exigiéndoles un poco de aire y sosiego, así que no tuvieron más opción que romper el beso a la fuerza, agitados y con el deseo latiendo caliente en sus venas.
—El día aún no ha terminado y, aunque quisiera hacértelo ahora mismo, en realidad te tengo preparada una sorpresa —murmuró Kian, presionando su dura erección en su zona íntima.
—¿Qué tipo de sorpresa es? —inquirió, aún embelesada, pero con una mirada brillante.
—Si te digo ahora deja de ser sorpresa —dejó un corto beso en sus labios antes de levantarse de encima de ella y acomodarse la erección sin ningún tipo de vergüenza, sonriéndole divertido al verla morderse los labios—. ¿Vamos?
Annika sacudió todos los pensamientos que tuvo en una mínima fracción de segundo y le tendió la mano para que la ayudara a poner en pie. Kian le arregló el cabello y le dio un b