En cuanto subieron a la camioneta, Francois pisó el acelerador, sabiendo que era cuestión de minutos para que Piotr se diera cuenta de que se habían llevado a su hija.
Iban en una carrera a contra reloj, deseando llegar al aeropuerto y marcharse sin ningún contratiempo, pero todos sabían que no la tenían tan fácil como lo querían pensar.
El silencio los acompañó por largos minutos en los que Annika no podía creer que Kian fuese por ella. Se estaba arriesgando demasiado, pero eso parecía importarle poco, después de todo, lo estaba haciendo porque la amaba lo suficiente como para perderla. Y aquel gesto hacia que su corazón latiera con mucha fuerza.
«¿Cómo no amarlo? ¿Cómo no sentirme la mujer más especial gracias a él? Él ha sido el único hombre que me ha amado con sinceridad y hace todo por mi felicidad, incluso si tiene que arriesgarse», pensó, apoyándose de su hombro y dejando que él la envolviera en un cálido abrazo.
Kian la sujetó con temor a que se le escapara, la apretó contr