Kian anhela encontrar el amor de su vida, aquella ficha importante que hace falta en su mundo para complementarlo y ser tan feliz como sus amigos lo están siendo con sus respectivos matrimonios, pero la búsqueda del amor ha salido desastrosa, por lo que empieza a creer que se quedará solo lo que le resta de vida, siendo el tío guapo, divertido y millonario. No obstante, una noche conocerá a una chica con cara de ángel y mirada perversa, que, sin saber, se convertirá en su mayor tentación, como una presencia nociva que hará que su mundo dé vueltas y sienta ansias de consumirla sin parar. Annika es peligro, adicción y sensualidad; una combinación mortal para él y sus deseos de ser feliz.
Ler maisNotita: Les dejo el orden de la serie Infierno, las cuales encuentras en mi perfil:
✓Libro 1: Infierno ✓Libro 2: Desliz ✓Libro 3: Nociva *** —¿Sigues con tus infructuosos intentos de encontrar a la mujer de tu vida? La pregunta que soltó Darius estaba llena de burla, pero también sentía gran curiosidad por los deseos intensos de casarse de su amigo. No lo comprendía, después de todo, desde hacía poco Kian se había propuesto formar una familia. No es que fuera un hombre que no creyera en el amor, pero nunca había sido su mayor prioridad. Desde que lo conocía siempre tuvo sus objetivos claros y, pese a que le gustaba la diversión, su trabajo era lo más importante. Suponía que ahora que todos lo habían logrado y habían llegado más lejos de lo que una vez pudieron imaginar, ya había llegado el momento de sentar cabeza. Kian resopló y emitió una risita traviesa, apartando la vista de su computador para observar a su amigo. —Es muy difícil encontrarla, ¿lo sabías? —volvió a reír y sacudió la cabeza—. No, tú no sabes de eso porque te quedaste con la primera que se presentó ante ti. Pero realmente es difícil encontrar a tu otra mitad. Darius soltó una carcajada. —Es que el verdadero amor no se busca, este llega por sí solo y cuando menos lo esperas. —Estoy por creer que nunca va a llegar por sí solo. —Pero ¿cuál es tu afán de encontrar el amor? —¿Puede ser porque los años ya están pasando y no es que me quede mucho tiempo para formar una familia? —Hablas como si fueras a morir en un par de meses —murmuró y Kian sonrió. —Quiero hijos, sentir la dicha que tú y Jeray tienen cuando ven a sus retoños y tener ese amor incondicional y verdadero. Sí, puede que sea un poco tarde para mí, pero siento que estoy en el momento indicado para formar mi familia y dedicarme a ella. —Nunca es tarde para lograr lo que deseas, hombre. Solo deja que esa chica llegue por su cuenta a ti. —No tengo más opción que seguir esperando, mientras tanto tengo que seguir soportando viéndolos a ustedes vomitar amor y felicidad —le entregó una carpeta a su amigo que este recibió aguantando las ganas de volver a reír—. Ahora bien, espero que estés lo suficientemente descansado para el siguiente proyecto. El hospital militar ordenó varias prótesis y no contamos con mucho tiempo para entregarlas. —Tengo todo un equipo capacitado, ¿por quién me tomas? —se quejó y su amigo se encogió de hombros—. Por cierto, ¿cuándo es tu viaje? —En tres días. —Me encantaría acompañarte, pero ya sabes que esas reuniones no son mi estilo. Además de que no quiero dejar sola a Jolie, Thais demanda más tiempo del que imaginé. —¿Qué esperabas? Es una bebé. El viaje no tomará mucho tiempo, estaré de vuelta esa misma tarde en cuanto cierre el trato. —Muy bien, iré a trabajar en esto —levantó la carpeta al aire y la sacudió—. Avísame cuando Jeray esté en la empresa, ya extraño hacerle visitas indeseadas a su oficina. Kian asintió, viendo a uno de sus mejores amigos salir de su oficina y le fue imposible no sonreír. En muy poco tiempo las cosas habían cambiado para sus amigos. Los que pensó que nunca se enamorarían estaban casados y ya eran padres. Aún no podía creer que sus amigos ya eran hombres hogareños, pero debía aceptar que envidiaba de buena manera la felicidad que ellos irradiaban. Su afán de formar una familia no era otro que de enamorarse, no sentirse solo cuando llegara a su apartamento y tener una mujer que lo comprendiera, lo aceptara como era y lo llenara en todos los aspectos posibles y por haber, pero entre cientos de citas no había encontrado ni la química ni la atracción que deseaba. Todo terminaba cuando retozaban en la cama o muchas veces siquiera sentía deseos de llegar a una segunda cita. Las mujeres con las que salía eran muy bonitas, pero muchas de ellas no tenían algún interés genuino por conocer a su cita. Cenaban, bebían y hablaban un par de palabras, algo que se le hacía incómodo y desgastante, por tal razón ya no le interesaba volver a concertar alguna cita a ciegas. Tomaría el consejo de su amigo y esperaría a que la mujer de su vida llegara por sí sola, pero no dejaba de preguntarse cuándo llegaría ese día si ya se estaba dando por vencido. Sacudió todos sus pensamientos y retomó su trabajo. Tenía que terminar de redactar el trato que lo llevaría a Londres en tres días. Normalmente viajaba con Jeray, pero luego de su boda hacia un mes decidió tomarse unos días libres con su esposa y su hijo, por lo que no tenía más opción que cerrar el trato por sí solo. Tenía trabajo suyo y de Jeray acumulado, pero aquello le importaba poco. Le alegraba que su socio y mejor amigo, aquel hombre hermético y satírico que jamás imaginó se enamoraría de la noche a la mañana, disfrutara de su familia. Nunca lo había visto más feliz y relajado en su vida. Sus pensamientos se desviaron por un instante, pensando en la mujer que anhelaba, pero de tanto que se la imaginaba, no podía dar una imagen clara de su aspecto ni mucho menos de su personalidad. El amor en sí llegaba de manera brusca, sin mediar palabra y oponiéndose ante todo pronóstico, contradiciendo incluso gustos propios y marcados que nunca había pasado por alto en algunas de sus relaciones. Prefería las chicas, sumisas, tranquilas y que no pusieran tanto problema, pero tampoco era como si quisiera una muda a su lado. Le gustaba hablar y bromear, algo que sus pasadas conquistas nunca entendieron y se limitaban a hacer lo que él les ordenara. Se vio sonriendo, pensando que la mujer de su vida tendría mucho de eso que tanto le gustaba y lo enloquecía, pero también le gustaría que tuviera una personalidad tan explosiva como la suya, riera de sus malos chistes y tuviera charlas interminables en la azotea de su apartamento mientras bebían una botella de vino o solo se limitaban a contemplar la vista de la ciudad. Suspiró, tampoco entendía de dónde había surgido ese gran deseo de encontrar a una mujer y enamorarse, pero debía admitirse a sí mismo que era desgastante tener en la cabeza a una mujer que ni siquiera había llegado a su vida. Los siguientes tres días trabajó sin parar en todos los pendientes y en el trato que cerraría en Londres, así como estuvo presente en la primera prueba de la prótesis en la que Darius había estado trabajando, como siempre, sorprendiéndose de la capacidad que tenía su amigo en hacer el diseño perfecto y exacto que sus clientes requerían. Aunque su amigo aun debía trabajar en algunos detalles, el resultado era el esperado, por lo que sin más dio el visto bueno para que continuaran trabajando, dejando el resto en manos de Darius. Los tres empresarios eran un equipo y cada uno tenía una labor, en la cual solo hacían crecer su empresa y posicionarse en el mercado como uno de los mejores proveedores. Trabajaban al compás y, aunque muy pocas veces tenían desacuerdos, lo cierto era que ninguno intermediaba en la decisión del otro. Los tres eran libres de elegir, siempre respetando al otro. El día de su viaje llegó más rápido de lo que pensó, así que se vio envuelto en interminables y agotadoras reuniones durante todo el día. Las largas horas de viaje, más el día tan ajetreado lo dejaron vencido por completo en la cama del hotel, deseando descansar un par de horas y desconectarse por completo del mundo, pero su vuelo de regreso estaba pronto a salir, así que, soltando un suspiro rendido, se levantó de la cama y se adentró a la ducha a tomar un baño que al menos lo despertó y relajó sus músculos. Una vez listo, se encontró con su asistente en el vestíbulo del hotel, quien no tardó en informarle los compromisos que tenía una vez estuviera de vuelta a la empresa mientras esperaban que la recepcionista terminara de hablar por teléfono. —¿De casualidad no tengo una cita con mi cama? —inquirió, soltando un bufido que hizo reír a su secretaria—. No sabes las ganas que tengo de renunciar justo ahora. —Tampoco es como que pueda, Sr. Rice —se burló ella, riendo un poco más al ver la expresión mortificada de su jefe. —No es justo que yo esté aquí mientras Jeray está de vacaciones —se volvió a quejar y frunció el ceño al escuchar la risa que soltó la recepcionista—. Parece que es más importante la conversación que atender los huéspedes, ¿eh? Su secretaria pensaba interrumpir a la chica, pero al ver la mirada severa que le dedicaba su jefe, guardó silencio y esperó a que sacara la frustración e impaciencia con la chica y no con ella. —Me da tanta pena molestarte y tan ocupada que estás —ironizó en voz alta y atronadora, haciendo que la recepcionista levantara la vista hacia él y sonriera de medio lado—. ¿Te importaría atendernos? —Nos vemos en la noche, porque justo ahora se me salió una tripa que me está incomodando —dijo en tono juguetón y sin vergüenza alguna, tomando por sorpresa a las dos personas que la veían con evidente molestia antes de colgar y enfocar sus ojos en el rubio—. ¿Qué se le ofrece, señor? —¿Esta es la clase de personal que tiene un hotel de cinco estrellas? ¿Dónde queda el profesionalismo y el respeto por el cliente? —Ni idea, pero es lo que hay —respondió con desparpajo—. ¿Necesita una habitación? Si es así, espere a que revise si hay alguna disponible para usted —fingió mirar la pantalla del computador, pero lo cierto es que se veía a leguas que no sabía lo que estaba haciendo. —¿Al menos tienes alguna idea de lo que estás haciendo? —preguntó más que irritado, opacando el buen humor que tanto lo caracterizaba por un ceño bastante fruncido. —La verdad es que no, es la primera vez que estoy usando esto, pero déjeme ver. No debe ser tan difícil buscar, ¿o sí? —Es el maldito colmo —murmuró, viéndola buscar y hacer gestos de negación. —Creo que se bloqueó —le dio la vuelta a la pantalla y la miró por debajo, soltando una risita insidiosa—. No hay habitaciones, lo sentimos. Ante las palabras de la chica, Kian la miró fijamente y con ganas de estrangularla. Jamás había conocido a una mujer tan estúpida y, que, para más inri, hiciera alarde de su falta de conocimientos. —No buscamos una habitación, la verdad venimos a entregar nuestras llaves y a pedir la totalidad de la cuenta —explicó la secretaria del hombre, sabiendo que faltaba poco para que su jefe estallara de rabia. —Ah —asintió, comprendiendo—. Tampoco sé cuánto deben pagar. Kian soltó una risa que para nada era graciosa y se acercó a la chica que no lucía más que divertida con la situación. —¿Eres bruta o solo te haces? —Me da su tarjeta, ¿o no piensa pagar? —extendió la mano sin dejar de mostrarse tranquila y con una sonrisa ladeada bastante irritante para el hombre. —¿Y qué vas a cobrar si ni siquiera sabes? Exijo hablar con el gerente, es el colmo que contraten personal tan... ineficiente. La chica tomó su teléfono y habló en un idioma que no comprendió, pero sabiendo que solo se estaba burlando de él al escuchar sus risitas. Su paciencia había llegado a su límite, por lo que, dispuesto a hacerle pagar a la mujer, se acercó a ella y la tomó del brazo, pero un hombre de mediana edad llegó corriendo a ellos, luciendo algo enojado haciendo que la soltara. —Siento mucho los inconvenientes, sucede que ella es nueva y le ha costado acoplarse a su trabajo —se disculpó el hombre, dándole una mirada llena de reproche a la chica que no se inmutó, por lo contrario, subió las piernas en el mostrador, viendo con una sonrisa arrogante la escena—. Zachowuj się raz na zawsze, do cholery! —Czy mogę już wyjechać? —inquirió y el hombre solo la ignoró, dándole una sonrisa forzada a Kian. —Si no quiere que el hotel se venga abajo, lo mejor será que la eche. No sabe ni lo que tiene que decir. No sabía que ahora los hoteles de prestigio se daban el lujo de contratar a personas imbéciles e incompetentes. —Sentimos mucho lo sucedido y estaremos trabajando para que nuestro personal sea el mejor —dijo conteniendo su disgusto—. Debido a estos inconvenientes, nos gustaría darle una reservación completa totalmente gratis por tres noches. —Bien, solo si la despide justo ahora, o sino me encargaré de que este lugar se venga abajo en cuestión de segundos —amenazó y solo fue la chica quien soltó una carcajada. —No se preocupe, me encargaré de ella justo en este instante —sonrió—. Si gusta puede pasar al bar del hotel, mi asistente lo ubicará y le asignará la mejor habitación que tenemos para que comparta con su esposa. Y, de nuevo, lamento mucho las molestias. Kian lo vio inclinarse, aun no muy convencido, pero no iba a permitir que esa mujer tan insolente siguiera trabajando en aquel hotel. Sonrió victorioso cuando el hombre la levantó del brazo con todas sus fuerzas y le daba una mirada iracunda, llevándola arrastras fuera del mostrado murmurando palabras que no comprendía, pero sabía que era una fuerte reprimenda. Solo ahí se percató de que la chica no llevaba un uniforme como el resto del personal. La falda negra y de cuero se ajustaba a sus muslos fuertemente, dejando a la vista unas piernas generosas, largas y bien torneadas. Su blusa del mismo color le cubría lo necesario y no dejaba nada a la imaginación, solo que la chaqueta que usaba no daba la apariencia que ahora sí. Los tacones eran tan altos, que llegaba casi a la misma altura del hombre, que apenas si era un par de centímetros más bajo que él. Algo no le pareció en todo ese asunto, así que le indicó a su secretaria que fuera a la habitación donde él había estado mientras esperaba que despidieran a la chica. —Pero, Sr. Rice, tenemos un vuelo que abordar —le recordó Kendra, sorprendida de que haya cambiado de parecer. —Cámbialo para mañana, pero de aquí no me iré hasta que esa mujer no esté en la calle.Annika y Kian se encontraban abrazados, él apoyando su barbilla en el hombro de ella mientras sus brazos la sostenían con firmeza y ella recostada en su pecho sosteniendo en su mano una taza de chocolate caliente. Observaban en completo silencio la impresionante vista que les ofrecía el ventanal: el mar agitado, la espesa neblina y el cielo gris. En esa época del año, San Francisco, tenía un clima fresco y la temperatura descendía aún más por las noches, por eso se daban calor estando abrazados por más que la calefacción estuviera encendida. Aquella calma que les brindaba su lugar seguro era inigualable. No existía en el mundo otro lugar al que ellos pudieran escapar y ser tan felices como tener paz y tranquilidad. Además de que, en aquella casa a las orillas de la costa, su relación había iniciado. Allí habían cerrado un trato que los llevó a vivir intensamente un amor que se fue cosechando con suma rapidez y fuertemente. Un amor que aún hervía con intensidad y crecía abismalmente.
Con el paso del tiempo las adversidades se fueron quedando en el olvido, dándole paso a un presente que estaba siendo maravilloso y único y cimentando un futuro prometedor. Annika se había inscrito a la universidad, pero tenía que esperar hasta que el nuevo semestre comenzara para darle inicio a una etapa que se moría por vivir, mientras tanto, aprendía tanto como podía de su novio, ayudándole en lo que más pudiera, después de todo, la que era su secretaria ahora era la encargada de la nueva sede de Londres. Para Annika esa vida que estaba llevando era la que una vez soñó de niña. Era libre de hacer lo que quisiera, podía vestir y comer lo que le diera la gana, no tenía que rendir cuentas a nadie y tampoco debía tener buenos modales para ser una dama. Estaba a punto de estudiar algo que nunca imaginó, pero conforme pasaban los días más le gustaba la carrera que había elegido.Amaba libremente y sin reservas, abandonándose a todas sus fantasías y entregándole toda la voluntad a un ho
Al día siguiente le dieron de alta y todos regresaron a Estados Unidos a excepción de Francois, quien luego de cobrar sus servicios y desearles lo mejor, regresó a Londres con su esposa. Tan pronto como bajaron del avión, las esposas de los amigos de Kian se apresuraron a recibir con abrazos y besos a sus maridos, mientras que a Annika por poco la tumba al suelo una chica que había estado sumamente preocupada por ella. Alenka abrazó a su amiga por largo rato, diciéndole lo mucho que la había extrañado y repitiéndole que había tenido miedo de perderla para siempre.—Ya acabo, Anka —le susurró—. Somos libres de andar por la vida sin temer y sin huir. —Tú eres libre, en cambio, si mi padre...—Tu padre dudo mucho que sea una molestia. ¿Crees que, luego de todo lo que Lo reveló no van a ir por tu padre? Él estaba en esps negocios turbios e ilegales, así que, si no va preso, seguro que los mafiosos con los que trabajaban lo silencian.—Es mi padre y todo, pero mi tranquilidad y mi feli
La muerte de Piotr Kogler fue noticia nacional, sorprendiendo a muchos ciudadanos que lo seguían, no solo por haber sido hallado sin vida en medio de lo que pareció un ajuste de cuentas, sino también por todo lo que salió a la luz y el político siempre ocultó tras su poder y dinero. Todos sus negocios ilícitos fueron descritos en la nota periodística que se destinó al hombre que muchos consideraban ejemplar, bondadoso y bueno. Sus nexos con la mafia, los crimenes que cometió, el dinero que lavaba, los sobornos que había hecho para encubrir cada uno de sus delitos y los comprobantes de los fondos del gobierno que desviaba a diferentes cuentas. Era un corrupto de primera clase y todos aquellos que creían en él se dieron cuenta de qué calaña estaba hecho.Annika vio la noticia desde la habitación del hospital, sabiendo de antemano que todo lo que había salido a la luz había sido gracias a Lorenz, puesto que nadie más que él sabía de primera mano los negocios turbios de su padre. Pensó
—Cuídala con tu vida. —Hombre que sí, tanto como tú cuidarías de mi esposa —prometió Darius—. Ve y deshazte de ese viejo. Kian miró a su novia inconsciente y suspiró, debatiéndose por dentro. Aunque Francois le aseguró que estaría bien y que pronto la llevarían a un hospital, él no podía evitar preocuparse por ella. El golpe que había recibido había sido muy fuerte.—Ve, antes de que vengan más hombres de ese viejo y los siguientes muertos seamos nosotros —le dijo Jeray, sacándolo de su pensamiento—. Ella estará bien con nosotros. Ve con Francois y encárgate de que ese viejo no vuelva a arruinarles la vida. Nosotros la llevaremos a un hospital y la cuidaremos por ti. Kian suspiró y asintió, dejando un beso en la frente de su novia antes de acercarse con Francois al viejo. Vio a sus amigos subir al Rolls-Royce y marcharse enseguida rumbo al hospital para que atendieran a Annika y las leves heridas que Jeray había sufrido tras el choque. Piotr miró al hombre ante sí, a primera vista
En cuanto subieron a la camioneta, Francois pisó el acelerador, sabiendo que era cuestión de minutos para que Piotr se diera cuenta de que se habían llevado a su hija.Iban en una carrera a contra reloj, deseando llegar al aeropuerto y marcharse sin ningún contratiempo, pero todos sabían que no la tenían tan fácil como lo querían pensar. El silencio los acompañó por largos minutos en los que Annika no podía creer que Kian fuese por ella. Se estaba arriesgando demasiado, pero eso parecía importarle poco, después de todo, lo estaba haciendo porque la amaba lo suficiente como para perderla. Y aquel gesto hacia que su corazón latiera con mucha fuerza. «¿Cómo no amarlo? ¿Cómo no sentirme la mujer más especial gracias a él? Él ha sido el único hombre que me ha amado con sinceridad y hace todo por mi felicidad, incluso si tiene que arriesgarse», pensó, apoyándose de su hombro y dejando que él la envolviera en un cálido abrazo. Kian la sujetó con temor a que se le escapara, la apretó contr
Último capítulo