La casa de Eleonor olía a lavanda y café recién hecho. La luz del mediodía se filtraba entre las cortinas de lino, proyectando sombras suaves sobre las cajas apiladas en el pasillo. Aria se detuvo frente a una de ellas, leyendo con la mirada perdida las palabras que Martina había escrito con marcador negro: Cocina - frágil. Un nudo invadió su pecho, eran demasiado los sentimientos que la invadían.
Durante la última semana ella estuvo al lado de su hermana, según ella para acompañarla, pero en realidad ya no quería estar tanto tiempo con Rowan a su alrededor. Por pedido de él y su cuñada, comenzaron a empacar los objetos de su madre. Algunos irían a la casa donde Rowan vivía, otros hacía Canadá y el resto a caridad. Los ojos de la joven se habían anegado de lágrimas contenidas. Sintió como si nada de lo que la rodeaba le perteneciera del todo.
—Rowan me llamó hace un momento, mientras estabas en el baño —dijo Martina apoyada con los brazos cruzados sobre su pecho.
—¿Qué quería? —consul