Las luces tenues bañaban de azul las paredes del bar Blue Heaven, el lugar que había sido escenario de la vida de Aria Whitmore durante la última década. Conocía cada rincón: las vetas de madera en la barra, el olor a whisky recién servido, las grietas del piso que nadie más notaba. Ese sitio era más que un trabajo; era su refugio desde los diecinueve años, cuando perdió a sus padres y todo su mundo se derrumbó.No había llegado sola. Fue Rowan Doyle, hijo del dueño original del bar, quien le tendió la mano en ese entonces. Su padre, un hombre de voz grave y carácter amable, había abierto las puertas del Blue Heaven como si también fueran las de su propia casa. Y cuando falleció hace un año, Rowan tomó las riendas. Para Aria, eso no significaba solo la continuidad de un negocio: era la continuación de la única seguridad que había conocido.Aria avanzaba entre las mesas con una bandeja en la mano, la mirada atenta a cada detalle, llevando pulcramente el traje azul cielo con el gafete q
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