Al ver que Alejandro y Mariana se daban la vuelta para marcharse, varias damas presentes no pudieron contener la risa.
—¡Qué escena tan ridícula! Sofía bailó toda la noche y, aun así, no pudo con una sola aparición de Mariana.
—Siempre lo he dicho: en el corazón del señor Rivera, Mariana está en el cielo… y tú, Sofía, en el lodo. ¡Lo de hoy es el trato que te mereces!
—Deja ya de hacer el ridículo, Sofía. Mejor guarda tus jueguitos para alguien que te los compre.
***
Las burlas se desataron sin filtro, el desprecio en sus voces era casi palpable.
Pero a Sofía no le afectaba.
Al fin y al cabo, ese baile no lo había hecho para Alejandro.
Lo que él pensara le tenía sin cuidado.
Aunque, a decir verdad, su presa parecía haber caído en la red.
Desde el segundo piso, una figura descendía lentamente por las escaleras.
Sofía, con una sonrisa apenas insinuada, caminó hacia las mujeres que la acababan de atacar verbalmente.
—¿Disculpen… estaban hablando de mí? —preguntó con fingida ingenuidad.