—No es nada, son solo unos pasos —dijo Sofía con una mirada tranquila hacia Luna.
Aunque no estuviera del todo contenta, Luna la acompañó sin decir más.
En el salón, el profesor aún no había llegado, pero los estudiantes ya estaban en sus asientos.
Sofía y Luna entraron con Lola y la acompañaron hasta su clase.
Lola, sabiendo perfectamente lo que hacía, se detuvo en la puerta y se puso a charlar un rato con Sofía, como si fueran íntimas.
Desde el interior, los estudiantes observaron la escena con curiosidad. Al principio pensaban que Lola no era más que una chica del campo, una provinciana sin importancia. Pero ahora, al verla hablando con tanto afecto con Sofía, comenzaron a murmurar.
Resultaba que, en efecto, era su prima. Y no solo eso, sino que parecían llevarse de maravilla.
Y si además pensaban en cómo por la mañana Lola había sido llamada por Alejandro en persona, todo cuadraba: esa chica no era cualquiera.
Una vez que Lola regresó a su pupitre, Luna no pudo contenerse más:
—¿Y