RUSIA
El salón privado del lujoso Hotel Costador, ubicado en el corazón de Viena, estaba impregnado de luces tenues, música envolvente y el suave murmullo de conversaciones cargadas de secretos. No era una fiesta común. Aquellos que se reunían esa noche no eran simples aristócratas ni empresarios aburridos. Eran jugadores silenciosos de poder, diplomáticos con máscaras de cortesía, banqueros de fortuna dudosa y herederos de imperios oscuros.
Y allí, entre todos ellos, apareció Veronika Dubrovskaya con un vestido rojo ajustado que delineaba su figura como una serpiente de fuego deslizándose entre las sombras. Su andar era elegante y calculado, cada paso una provocación, cada sonrisa una trampa.
Sabía que no podía permitirse bajar la guardia. Después de lo ocurrido en el hipódromo, tras las palabras de Mikhail Baranov que aún le ardían en el pecho como cuchillas, Veronika necesitaba recuperar el control. No solo de la situación… sino también de sí misma. Y esta noche podría ser el pr