Natasha sentía que viajaba por un mundo distinto, un reino envuelto en oscuridad, donde miles de bestias y espíritus malignos se retorcían entre llamas y sombras, parecía un mundo peligroso y distinto. Cada paso que daba hacía que el suelo bajo sus pies se desvaneciera, purificándose poco a poco con una luz que parecía nacer de su interior. Era tan fuerte que en ese lugar se volvió luz y sobre todo el campo de tierra se habia llenado de flores de Gardenias.
—¿Dónde estoy…? —balbuceó con voz temblorosa, tratando de despertar de aquel sueño que parecia la jodida realidad.
Entonces, una voz suave rompió el silencio y la hizo abrir los ojos de golpe.
—Natasha, despierta... amor aquí estoy.
—Amo… —susurró, apenas consciente.
—Aquí estoy, cariño. Tranquila, solo fue una pesadilla —le respondió Aleksi con ternura, acariciándole el rostro.
Natasha abrió los ojos sobresaltada y se incorporó de golpe en la cama. Aleksi la abrazó con fuerza, intentando calmar el temblor de su cuerpo.
—¿Estás bien