Capítulo 36. Parte 3
Diego:
Marcus, sin entender lo que pasa a su alrededor, corre feliz hacia el patio. Eso me da un pequeño respiro, aunque por dentro estoy hecho un volcán. Cierro la puerta y, viendo cómo mi hijo se aleja del aula, me preparo para enfrentar la situación.
Ambra está encendida de rabia, mientras Antonella parece un pollito asustado pero firme, consciente de que debemos enfrentar juntos esta batalla. Miro a mi esposa directo a los ojos y, decidido, me coloco al lado de Antonella, tomando su mano para darle la seguridad que necesita. Estoy dispuesto a gritarle al mundo, si hace falta, que sí: fui infiel, que he faltado al matrimonio, que no me arrepiento, que no me importa ser juzgado. Nadie sabe lo que hemos vivido mi hijo y yo. Nadie sabe el calvario de Antonella.
—¡¿Qué haces aquí?! —le pregunto a Ambra, que no aparta su mirada de odio de Antonella.
—Vengo por nuestro hijo y me encuentro con la sorpresa de que tienes a tu putita en la escuela —responde, con veneno en cada palabra.
—¡Bas