Capitulo 36. Parte 4
Diego:
Doy un gran suspiro. Miro a Ambra por la ventanilla y, aunque no quiero sentir odio por ella, decido llevarla a casa para terminar con esta situación de una vez por todas.
Al llegar, Roberta presencia mi peor faceta: la de un hombre agresivo que, a empujones, lleva a la que todavía es su esposa hasta el dormitorio, dejándola encerrada.
—¡Maldita sea, Diego, abre la puerta! —grita Ambra con evidente furia. Su enojo crece al arrojar objetos contra la puerta, pero yo bajo decidido a hablar con Roberta.
Al pie de la escalera, Roberta me espera con las mejillas encendidas y los ojos muy abiertos, intentando comprender qué me ha llevado a este extremo.
—¿Qué ha pasado? —pregunta con evidente preocupación—. ¿Y Marcus?
Termino de bajar y, sin poder contenerme, lloro como un niño. Ella me abraza con ternura y me aferro a su cuerpo para recibir la energía que necesito. Arriba, los gritos de Ambra siguen subiendo de tono.
—Tranquilo… —susurra.
—¡No doy más! —exclamo, soltándome y mirándol