Antonella:
Diego se acerca luego a mí, besa mi frente, toma mi mano y nos quedamos así, mirando la escena. Y aunque me muero de ganas de tenerlos en mis brazos, no digo nada, porque sé que pronto los tendré.
Cinnia y Enzo deciden irse, pues comprenden que debo descansar. Así nos quedamos solos. Diego me pasa a la pequeña para que la alimente, pero lo único que hace es dormir. Trato de acomodarla en mi pecho, pero es perezosa. Decido intentarlo con el niño y, al contrario de su hermana, se acopla de inmediato, haciéndome sentir un dolor que soporto solo porque es mi hijo y porque, extrañamente, a pesar de lo incómodo de la situación, siento una agradable conexión.
«Creo que ya te enredaste... —¿No dije que te fueras? Además, hay que ser madre para entenderme. —Pero si somos la misma persona... —A veces creo que no».
—Ya quiero ver a Marcus... ¿por qué aún no llega?
—En cualquier momento entra por esa puerta —me dice Diego mientras acomoda a los niños en sus cunitas.
—Por cierto... ¿qu