Capítulo 28. Parte 2
Diego:
La noche transcurre lentamente mientras mi mente se llena de pensamientos que me atormentan: Ambra y sus constantes intentos de salvar nuestro matrimonio a través del sexo, sin comprender que ya es demasiado tarde, que desperté de su hechizo y no hay vuelta atrás. También pienso en cómo lo tomará Marcus cuando le diga que ya no viviremos al lado de su madre, y que estoy enamorado de otra mujer. Y, por último, me persiguen los celos al imaginar a Antonella en los brazos de Bruno. Solo confío en que sepa usar bien el certificado que le entregué, para que él no se atreva a ponerle un dedo encima.
A primera hora de la mañana le envío un mensaje de buenos días a Antonella. Después realizo una extensa rutina de ejercicios y me voy a la ducha. Una vez listo, bajo a la cocina, donde Roberta canturrea una canción mientras prepara el desayuno.
—Buenos días, don Diego —saluda al verme.
—Buenos días —respondo—. ¿Ya desayunaste? —pregunto, recibiendo como respuesta un movimiento de cabeza—.